Tuve que dejar precipitadamente el camino aragonés a Santiago de Compostela a la altura de Artieda (Aragón) allá por Marzo. La razón el estado de alarma. Retorné a San Javier (Murcia) vía Pamplona para confinarme. Pero cuando llegó Junio ya se veía que lo del estado de alarma, las fases, se acababan y yo, como a otros muchos caminantes, nos pedía el cuerpo volver al Camino.
Claro que no iba a ser lo mismo. Bastó descolgar el teléfono y llamar a la asociación de Alicante para ponerte las cosas muy claras. No habrá nada en el Camino que te pueda ayudar. Es decir los albergues, los hospitalarios. Por precaución y por falta de ganas, no sin cierta lógica, iban a permanecer cerrados durante el verano y por lo que se intuye…, por bastante tiempo.
Total que la cosa era hacerlo acudiendo a la “hospitalidad” privada, que como todo el mundo sabe no es lo mismo ni lo más barato si multiplicamos las etapas por el precio medio por pernocta. Además de otros gastos.
No es que renuncie a lo privado, al contrario, pero si me gusta ponerlo como premio eso de darse un gran homenaje en determinados momentos del Camino, por ejemplo al final, donde disfrutar de esa buena cama, la privacidad, el baño y esa cena/desayuno al precio que sea. Y que en cualquier caso, como es mi caso, no se puede pagar todos los días. Más bien poco días.
La conclusión es que los 1.100 kms que hay desde Alicante a Santiago a base de pernoctas en hostales/hoteles privados a unos 30-40 € de media no es nada barato salvo que reduzcas las mismas lo que supone hacer tramos que cubran muchos kilómetros y esto solo es posible si uno recurre a la bici como medio para recorrer el Camino.
Pongo en contexto que mi objetivo después de 3 meses de encierro era llevar a cabo el Camino tal como había pasado el estado de alarma, es decir solo.
También es cierto que había intentado la compañía de algún hijo que con buen criterio declinaron la oferta dejando esta reducida al acompañamiento en alguna(s) etapa(s) y al encuentro al final del final del Camino para pasar las vacaciones en la Costa da Morte.
Finalmente el principio del Camino no iba a ser otro que desde Alicante pues me convenció la idea de conocer de cerca como es el interior de los territorios que se atraviesan paso a paso mirados bajo la óptica de un ciclista con poca prisa que era lo que al fin y al cabo dictaban mis piernas.
Conozco obviamente Alicante, Albacete, Cuenca, Guadalajara, Soria y Burgos, es decir todas las provincias que tocas camino de Burgos (capital), conocido como Camino de la Lana, antes de enlazar con el Camino Francés…, pero en coche haciendo turismo o por trabajo. Tocaba hacerlo de forma lenta, huyendo lo más posible del asfalto y buscando eso que llaman la España vaciada por si en algún momento decido cambiar mi actual punto de retiro. Por eso elegí Alicante como punto de partida.
Y la fecha la que tocó después de muchas valoraciones con las que encajar todas las piezas del puzle. Es decir número de etapas, las etapas del Camino a compartir con hijos, llegada a Corcubión (Galicia) donde pasar unos días con hijos y nietos que sin duda llevaban sus propios cálculos de periodo de vacaciones, tiempo, reserva apartamento, dinero, etc.
El día elegido fue el 16 de Julio tiempo suficiente para prepararme desde que pensé en retomar el Camino a mediados de Junio. Y de eso toca el siguiente capítulo de esta crónica…., de la preparación.
Pues para no perder las buenas costumbres, el mismo 31 de julio, fecha de inicio de mis vacaciones, cargamos el coche y pusimos rumbo a tierras orensanas ¡¡¡¡Otra vez unas vacaciones por el norte!!!
Y sí, apenas 5 horas después, aparcamos el coche en la casa rural Casa do Comediante, cercana a la Ribera Sacra, nos pusimos un jersey fino y degustamos una primera botella del vino que producía la casa. Todo contemplando los montes orensanos….Habíamos llegado al norte, habíamos llegado al paraíso.
A la mañana siguiente, con las primeras luces del día, salí a trotar un poco por la zona ¡Qué gozada! Corría rodeado de verdes prado, de una fresca neblina que todo lo envolvía y refrescaba, del olor a prados recién segados, a bosta de vaca….
Bien desayunados, decidimos realizar la primera de la muchas excursiones que nos esperaban; las Pasarelas sobre el Río Mao.
Se trata de una ruta circular, del alrededor de 10 kilómetros (con los niños NO la completamos ni por asomo), que recorre los cañones del Río Mao, próximo a la desembocadura del Río Sil.
Cada tramo es espectacular, un deleite para la vista por los tesoros naturales y los vestigios históricos presentes en todo el recorrido.
No es una ruta difícil de hacer. Sí nos dijeron que con mucho calor, junto con la humedad de la zona, sí podía hacerse un poco pesada en los meses más calurosos de verano. No obstante, siempre nos podemos pegar una zambullida en las refrescantes aguas del cañón.
El único punto negativo de la ruta es que la encontré tremendamente sucia, llena de plásticos y basura abandonada. No deja de sorprenderme la gente que pasea por un entorno natural e histórico de estas características y no se lleve su basura consigo.
También creo que la Xunta (o alguna iniciativa privada local) debería organizar batidas de limpieza regulares en puntos tan singulares y de interés turístico.
El resto del fin de semana trascurrió plácidamente entre baños en el Sil, comilonas muy gallegas, a base de productos locales, y con las obligadas visitas a las bodegas y viñedos de esta zona tan particular. Y digo particular porque lo característico de esta comarca vitivinícola son los cultivos en las escarpadas laderas de la montaña, donde los viñedos se reparten por bancales, para facilitar el trabajo, y con la permanente presencia del río en esta idílica estampa.
Con profundo pesar abandonamos estas tierras interiores para dirigirnos a nuestro destino final; Corcubión, villa histórica localizada a orillas de la ría del mismo nombre. Dicha localidad se encuentra en un pequeña península que se adentra en el mar, de costa rocosa, salvo el arenal de la playa principal de Quenxe, y cubierta con un tupido manto vegetal.
Como hemos comentado antes, esta pequeña villa tiene una larga historia vinculada a la peregrinación a Santiago de Compostela (y se mantiene). Parada y fonda obligatoria de muchos viajeros, antes de llegar a Finisterre, que transitan por esta ruta buscando algo de la vida. El Camino siempre te lo da….
También estuvo relacionada, a lo largo de los siglos, con varios episodios bélicos de la historia de nuestro país. Particularmente me parece muy interesante la relación de la villa con el navío San Ignacio de Loyola, alias Glorioso, y las múltiples batallas navales que tuvo con la flota inglesa en distintos puntos del Atlántico. Corcubión se convirtió en puerto de abastecimiento y reparaciones de este imponente navío de guerra de la Armada. El Glorioso forjó su leyenda a sangre y fuego sobre estas bravas aguas.
Por toda estas cosas,merece la pena pasear por lo que queda del casco histórico de la villa y sentarse en algún bar a tomarse una cerveza o un vino blanco bien frío, acompañado siempre de una buena tapa.
A la mañana siguiente, con otro esplendoroso día sobre nuestras cabezas, decidimos hacer una excursión al mítico Cabo de Finisterre.
Este lugar aúna la belleza de un entorno natural único con trazos de historias apasionantes ; el final de la tierra para los romanos, una referencia geográfica clave en la “costa de los naufragios”, el final del Camino de Santiago…..Merece la pena deleitarse con el paisaje, imaginando como se vivirían esas experiencias vitales hace siglos .
Atardecer en Finisterre
De camino “al fin del mundo” visitamos la salvaje Praia do Rostro; enclave escogido por los kite surfers, surferos y corcheros para volar sobre sus tablas. La integración del sistema de dunas con en el paisaje verde del clima atlántico es algo muy característico de este tramo costero.
El nuevo día trajo dos visitas obligadas en los márgenes opuestos de la ría; cascada de Ézaro y la Playa de Carnota.
La primera merece más la pena durante los meses más lluviosos del año. Con caudal este salto de agua debe ser impresionante; un salto al vacío de más de 40 metros de altura para unir las aguas continentales con el océano.
Ézaro
Desde este mismo punto se puede contemplar las estribaciones del mítico Monte Pindo, una mole granítica que se eleva más de 600 metros sobre el nivel del mar, que fue lugar de culto para los pueblos celtas.
Otro enclave mágico de esta zona costera privilegiada, donde se mezcla lo espiritual con lo terrenal.
Una de mis playas favoritas, de todas las que he visitado en mi vida, es la de Carnota. Las razones son varias; la primera es que me trae muy buenos recuerdos, por lo bien que lo he pasado y la buena compañía que he tenido. La segunda es que es una playa semisalvaje, inmensa, de unos 7 km de largo y hasta 500 metros de ancho durante la bajamar. Te da la sensación de ser inabarcable…..(Me recuerda mucho a Fraser Island, otro pasote de sitio). Pero lo que verdaderamente me maravilla de este lugar es por la misma estructura que tiene la playa. Combina un sistema de dunas a lo largo de todo su recorrido, con una zona de marismas, en unos de sus extremos (refugio natural de muchas aves), y que cuenta también con la desembocadura de un río donde, conjuntamente con la acción de las mareas, se dibujan paisajes únicos entre la arena y las rocas.
Carnota
Para concluir esta maravillosa jornada visitamos restaurante Mar de Cregas, en la aldea de Caldebarcos. Otro placer para los sentidos.
Saliendo un poco del circuito de playas espectaculares, pero sólo momentáneamente, nos acercamos a la cercana localidad de Muros.
Otra villa histórica, que data del S XIII, con un pasado apasionante lleno de batallas épicas para defenderse de las incursiones de los piratas, primero, y de las tropas napoleónicas después.
Su ría ha sido cementerio de bravos marinos e infantes que dieron su vida tiempo atrás. Los pecios salpican esta parte de la costa, como cementerio marino de nuestra historia.
Arraigada también en la tradición pesquera, se montaron en la villa importantes industrias de salazón, lo que constituyó un importante motor económico en la región.
Por todas estas particularidades, tiene hoy Muros la categoría de conjunto histórico artístico. Perderse por sus estrechas calles es altamente recomendable, acompañados siempre por el olor a mar, que envuelve cada rincón, y por sus dicharacheras gentes siempre acogedoras con los forasteros.
Muros
Antes de regresar a Corcubión, bordeando la carretera de la costa, nos dimos un último baño en la playa de Lariño.
Esta playa, linde entre el término municipal de Carnota y Muros, vuelve a ser espectacular.
En la zona norte de la playa, desaparece la lengua de arena, para dar paso a un tramo costero rocoso, salpicado de pequeñas calitas y piscinas naturales donde los críos y mayores alucinarán con la fauna costera.La bajada de la marea crea entre las rocas verdaderos acuarios de agua salada.
Si lo que se busca son sensaciones “surferas”, veo obligada la visitan a la playa de Nemiña. Lugar mítico del surf/body nacional e internacional y que cada año acoge a amantes de estos deportes de deslizamiento en distintas competiciones.
La amplitud de la playa permite divisar en la lontananza, desde distintos puntos, las localidades de Muxia, Cee y Fisterra.
Es uno de los márgenes de la playa desemboca el rio Castro, emplazamiento muy apreciado por los pescadores de caña para la captura de lubina. Suelen verse a estos, durante la bajamar, irguiendo sus cañas hacia el cielo y sacando sus preciadas capturas de manera bastante regular.
Espectaculares las vistas, y la comida también, del chiringuito montado en una de las laderas de la playa. Una cerveza Estrella bien fría, el viento y el sol besándote la cara, los surferos cogiendo olas en acompasada armonía, el río, los tranquilos paseantes….Idílica estampa del litoral gallego.
Gures
No quisiera olvidarme en este relato mencionar otras playas “menores” que visitamos. Cercana a Corcubión tenemos la playa A Coviña que se me asemeja, en cierta manera, a una cala balear. Es rocosa, rodeada de pinos y con una aproximación casi vertical. No es muy cómoda, la verdad, pero eso garantiza el estar sólo. La gente suele hacer nudismo, dado su aislamiento.
La otra playa que frecuentamos mucho esos días de verano fue Gures, cercana a la localidad de Ézaro. Mirando, también, a la ría de Corcubión, esta playa es la escogida por muchas familias de la zona para pasar el día. Aguas tranquilas, arena, zona rocosa donde pescar y explorar y mucha sombra gracias a la cobertura vegetal que rodea a la playa.
A Coviña
Cerramos nuestras vacaciones en “miña terra galega” con una quedada con viejos amigos Cochete, José María y mi primo Pablo. El lugar escogido el surf camp de la playa de Barrañan; divertido punto de encuentro de los surfistas coruñeses, donde coger olas y tomarse unos tragos al atardecer en una cómoda zona chill out. Plan apto para todas la edades porque hasta los más críos pueden encontrar amplias zonas de esparcimiento y diversas actividades, al margen de las olas.
Y es que el norte peninsular tira mucho. Aúna todo lo que demandamos en familia; cultura, gastronomía, deporte, naturaleza, poca masificación y fresquito veraniego.
Pues esta vez la familia, menos el más pequeño que se quedó en Madrid, puso rumbo al norte del norte; Heildelberg, en Alemania.
Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Frankfurt a media mañana. El día era gélido, como se espera de centro Europa en esta época del año.
A la intemperie, durante los 30 minutos en los que aguantamos las inclemencias del tiempo, esperamos el autobús de línea que nos tenía que llevar hasta esta pequeña ciudad del suroeste de Alemania. La verdad es que esta parada de autobús era un poco “inesperada” para tratarse de la siempre eficiente Alemania.
Llegamos a nuestro destino, justo a la hora de comer (alemana), donde mi prima Ixil nos aguardaba con un humeante plato de lentejas. Por cierto, un luminoso sol de invierno apareció en el acerado cielo.
Buscando aprovechar el buen tiempo, salimos a tomarnos el postre por las calles de Heidelberg. Nuestro primer paseo trascurrió paralelamente al rio Neckar, por la calle peatonal principal de la ciudad que se dice es las más larga de toda Europa, donde las tiendas y mercados navideños se agolpan a cada lado.
Si uno se pierde por las calles aledañas encuentra rincones mucho más agradables y menos concurridos. De hecho, nos tomamos un magnífico café (de los mejores de mi vida) y una deliciosa tarta casera en una pequeña cafetería regentada por unos venezolanos. El sitio es muy reconocible porque cuelgan su bandera en uno de los ventanales que da a la calle y también porque tuestan el café a la vista de todo el mundo dentro del establecimiento. Cafés latinoamericanos preferentemente y con garantías de comercio justo. Esa es su filosofía.
De este paseo vespertino me gustó mucho también el Puente Viejo y las vistas que ofrece de la parte vieja de la ciudad y del Camino de los Filósofos, al otro lado del río.
Existe en este punto de la ciudad una divertida anécdota sobre una escultura de mono, que custodia la entrada al puente y con la cual uno puede fotografiarse con su desagradable culo. Parece ser que esta zona fue frontera entre Alemania y Francia , llegando los vecinos franceses a estar en la otra orilla del río Neckar. Esta escultura daba la bienvenida a los invasores enseñando su feo ojete de mandril.
Como el frío arreciaba, decidimos darnos una vuelta por una mítica tienda de accesorios navideñas cercana a la calle peatonal. Una delicia para los amantes de esta época del año y para los críos. Sí hay que reconocer también que los precios estaban bastantes inflados también con respecto a lo que tradicionalmente conocemos en España.
Y para celebrar esta primera andanada navideña nos metimos en una cervecería clásica a degustar un buen surtido de cervezas. Curiosamente la sirven fresca, pero no fría, que es costumbre en los países más cálidos.
La jornada siguiente comenzó con un espectacular paseo mañanero por el Camino de los Filósofos, sencilla ruta cercana a Hildelberg, que inspiró a muchos pensadores alemanas.
En esta época del año es particularmente impresionante. El bosque se tiñe de tonalidades rojizas y anaranjadas. Hay tanta humedad que crecen por doquier infinidad de setas en cada rincón, cada una con sus propias formas y colores. Es un bosque silencioso; apenas se escuchaban nuestros pasos porque todo el suelo está cubierto por las hojas caídas de los árboles. Los troncos y ramas caídas también están vestidas del verde fosforito del musgo. Un verdadero deleite para los sentidos.
Después de tanta belleza, llegamos a un lugar sobrecogedor; en la cima de esta colina, se abre a cielo abierto, un inmenso teatro nazi. El régimen nacionalsocialista se reunía con sus juventudes para hablar de la raza y la gran Alemania.
Este punto, cargado de energía, también lo utilizaron los celtas previamente para sus reuniones entre clanes.
Unos metros más arriba, también descansan las ruinas de una antigua abadía sobre una inmensa explanada. En el centro de la construcción, un túmulo rodeado de flores y velas artificiales guarda los restos del que fuera abad de este complejo en el siglo XI.
El paseo mañanero tan agradable dio paso a un hambre atroz. Por fortuna, y siguiendo lo planeado, el final de nuestra ruta nos condujo a una antigua abadía donde todavía preparan su propia cerveza y las tradicionales salchichas alemanas con chucrut y puré de patatas. Así que comimos copiosamente en una larga mesa corrida de madera al calor de las estufas.
A la mañana siguiente nos levantamos todos bien temprano para visitar la cercana localidad de Ladenburg, a escasos 20 minutos en tren. El principal atractivo de esta visita es pasear por sus calles y disfrutar de la típica arquitectura rural alemana de esta parte del país. Integrado en el casco histórico del pueblo se encuentran unas antiguas ruinas romanas que datan del 200 a. C. Otra curiosidad de este sitio es que fue la cuna del Sr. Benz, inventor del primer vehículo de la historia, impulsado por un motor de combustión interna.
Cerramos otra maravillosa jornada comiendo platos típicos de la región, incluidas las deliciosas tartas caseras, regados siempre con buena cerveza.
Nuestro último día no dio para mucho más que para comprar los clásicos detalles navideños a la familia.
Así, en otra fría mañana de invierno alemana, nos despedimos de mi familia y dejamos Hildelberg.
Pues esta vez hemos “estirado” las vacaciones todo lo que hemos podido y nos hemos movido por diversas zonas del territorio nacional en muy poquito tiempo. Vamos a seguir el orden cronológico de los acontecimientos….
En pleno mes de julio, todo la familia preparó las maletas y puso rumbo a Palma de Mallorca. Íbamos a visitar a un familiar nuestro que, reiteradamente, nos había invitado a visitar la isla. El trayecto de ida, de escasos 60 minutos, fue un infierno gracias al pequeño Leo, que protestó todo lo que pudo, saltó, chilló y pegó al pasajero sentado delante de mío. Al igual que Matías en su primera experiencia aérea, fue un auténtico bochorno viajar en avión.
La primera impresión de Alaró, lugar en el que reside mi primo Manolón, fue maravillosa; un pequeño pueblo enclavado en las primeras estribaciones montañosas de la Sierra de la Tramontana y que sirve de entrada a este basto espacio natural donde la imponente cadena montañesa se abraza con el Mar Mediterráneo. Esta unión crea un espacio único, de bosque típicamente Mediterráneo, que llega hasta la orilla del mar, con pequeñas calas de aguas turquesas escondidas entre altas paredes, profundas cuevas, pueblos integrados en perfecta armonía con el entorno…
Muy agradable el centro de la villa, donde se encuentra la Iglesia de Sant Bertomeu, y la plaza que la rodea. Este lugar era el escogido cada mañana para tomarnos un buen pan con aceite y tomate, acompañado de aceitunas y guindillas frescas. Los fines de semana ponen además un pequeño mercadillo donde venden fruta, verduras y las típicas cestas de mimbre que utilizan con regularidad en la isla. Vamos, una gozada dejar pasar las horas en este sitio.
La otra visita obligada es al Castillo de Alaró, desde donde disfrutar de unas espectaculares vistas de la Sierra de la Tramontana y del Valle de Palma.
En la primera jornada completa en la isla visitamos dos puntos cercanos: El primero de ellos fue Cala Deia, una agradable calita de roca donde nos pegamos nuestra primera zambullida en el mar del año. Había bastante gente, lo lógico en julio, y salvo que no se llegue a primera hora de la mañana el aparcamiento puede ser complicado. Tienes algunos divertidos saltos al mar y un interesante recorrido para nadar con máscara y tubo.
Por la tarde paseamos por la generalmente tranquila localidad de Valdemosa, situada en el interior de la parte occidental de la isla. Callejuelas pequeñas empedradas, bicicletas antiguas tiradas sobre viejos muros ,tiendas de alimentación estéticamente impecable….Todo es bonito. Todo es una postal, imagino que mejorada con la llegada del turismo masivo de los meses de verano.
Cercana a la localidad de Betlem se encuentra una de las calas más bonitas que visitamos en Palma: Cala Na Clara. Aquí pasamos nuestro segundo día. Tras un paseíto de unos 15 minutos, con un vertiginoso descenso final hasta la playa, llegamos a una zona de baño de aguas transparentes, donde se entremezclaban las tonalidades turquesas (de los fondos arenosos) con las más oscuras (campos de posidonia). La playa es de roca, con pequeños mantos de arena, y los pinos cubren la parte superior de los acantilados que resguardan el lugar . Con la puesta del sol los colores cambian y las paredes se vuelven anaranjadas, dándole más calidez si cabe a esta estampa Mediterránea.
Tras un caluroso día de playa decidimos acercarnos a uno de los pueblos de montaña más bonito de toda la isla; Fornalutx. Está situado en el Valle de Sóller y bajo el cobijo del Puig Mayor. Pertenece a la Asociación de Municipios más bonitos de España. Por algo será…
Nuestro siguiente día transcurrió, enteramente, en compañía de mi primo Manolón en la playa de fina arena blanca de Son Real. Aunque el lugar es bastante espectacular, con tristeza mi hijo Matías y yo comprobamos el nivel de deterioro de nuestros mares. Tuvimos la suerte de contemplar mientras buceábamos un par de cefalópodos que, tristemente, trataban de esconderse de nosotros entre un mar de plásticos. Salimos del agua con las manos y bolsillos llenos de trozos de plásticos de todos los tamaños. Componentes que muchos animales ingieren causándoles una lenta muerte. Todos los animales de la cadena trófica se ven afectados, desde los predadores más grandes hasta los organismos más pequeños. Incluso nosotros tampoco nos libramos de esta lacra.
El último día, antes de coger el avión de vuelta hacia la península, decimos explorar el norte de la isla, en concreto la Cala San Vicente, cercana a Pollensa. Otra bonita zona pero excesivamente urbanizada para mi gusto. Paradójicamente fue aquí donde encontramos el agua más limpia y más abundancia de especies marinas. Además la orografía de la costa, hizo las delicias de la familia durante nuestro baño.
Mallorca sigue siendo una de las grandes joyas del Mediterráneo pero la afluencia masiva de turistas, que recibe durante muchos meses al año, amenaza el equilibrio entre desarrollo económico y medio ambiente. Se generan muchos residuos, se demanda agua, hay una inmensa flota de vehículos recorriendo diariamente la isla…………..¿Aguantará Mallorca?
Tras pasar unos días en el tórrido Madrid (¡qué pereza!) Matías y yo decidimos subirnos a los Pirineos para hacernos algún barranco.
Después de instalarnos en el camping de Alquezar, situado a escasos 1000 metros de este hermoso pueblo, decidimos bajarnos a las Pasarelas para pegarnos un baño en el Río Vero. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando comprobamos que esta ruta de escasos kilómetros y la cual habíamos recorrido un año antes sin problemas, se había convertido de pago. El importe es de 4€, cantidad que se destina al mantenimiento de las infraestructuras y a la limpieza del lugar. Sí es cierto que esta medida “disuasoria” es necesaria porque el personal vuelve a ser muy irresponsable con el entorno.
All-focus
La jornada siguiente transcurrió enteramente en una ruta circular que comenzó con un ascenso parcial del Río Vero, hasta un caos de rocas que nos impidió avanzar. Volvimos entonces sobre nuestros pasos y nos dirigimos al pueblo de Asque, rodeado de bancales llenos almendros y olivos, para finalmente regresar a Alquezar por el puente romano. Una ruta muy atractiva que muestra los más característico de este paisaje pre pirenaico.
Agotados, hicimos un último esfuerzo por acercarnos a conocer Rodellar, mítico emplazamiento para los escaladores deportivos de medio mundo. Vías de roca caliza, desplomadas y sólo aptas para escaladores experimentados. Se respiraba una atmósfera muy auténtica en el pueblo. Muy recomendable tomarse un café de tarde en el Refugio para Escaladores Kalandraka disfrutando de las vistas de los barrancos que rodean esta localidad.
Por fin, en nuestro último día de estancia, tuvimos la oportunidad de hacer el Barranco de la Peonera con nuestros amigos de Guías de Buenaventura de Alquezar. Lo digo con alivio porque aquellos días, con un clima impredecible debido a las tormentas veraniegas, ponían en riesgo la actividad. En un barranco, cayendo mucha agua, uno no debe meterse por seguridad.
Nuestro último día acudimos a nuestra cita con el barranco. Tiene una aproximación bastante relajada, aunque en los metros finales, hasta el río, el desnivel se acrecienta. Existe un paso donde hay que aferrarse a la pared que está equipada con escalones y agarraderas a modo de vía ferrata.
La Peonera es un barranco acuático, lleno de saltos, toboganes y sifones. Se divide en dos tramos claramente diferenciadas: El Estrecho de los Fornazos, de indescriptible belleza por el encajonamiento del río entre altas paredes, y la parte inferior, pasado las Fuentes de Tamara, donde se encuentran los saltos más imponentes de todo el recorrido. Recalcar que el salto desde la presa de Bierge ha quedado absolutamente prohibido por razones obvias de seguridad. El recorrido total es de unas 5 horas, incluida la parada para almorzar, tiempo en el cual viviremos una alucinación permanente por lo bonito del paraje.
Nuestra última parada vacacional fue en “nuestra segunda casa” en Puente Miera, Asturias. Otra semanita en compañía de la familia, los verdes prados, cabañas, montañas, playas increíbles……En fin, para mí Asturias es un paraíso.
Lo más destacable de esos días fue la segunda edición del Descenso de Sella a Nado en la que participamos. Debido a las malas condiciones climatológicas hubo muchas retiradas antes y durante la carrera, donde la Cruz Roja sacó del agua a los nadadores con más problemas. Es una bonita experiencia este tipo de eventos, porque supone la oportunidad de nadar en sitios normalmente prohibidos.
El resto de la semana suele trascurrir alternándose los paseos en “nuestro” valle, que es un sitio que te atrapa por su belleza, ya que está salpicado de rincones realmente bonitos, y las escapadas a las zonas costeras.
Como siempre, el tradicional concurso de arroces, evento gastronómico indispensable después de tanto cachopo, fabes y sidra, fue un auténtico éxito.
Y quiero cerrar este reportaje haciendo mención a uno de mis restaurantes favoritos; El Tozu, un restaurante que fusiona cocina chilena y asturiana, enclavado en un entorno típico asturiano, con magníficas vistas a los profundo valles que rodean esta localidad de mismo nombre . ¡Indispensable!
De manera un poco apresurada montamos toda la logística para nuestra marcha nocturna entre Cercedilla (Madrid) y Valsaín (Segovia). Pero el resultado fue espectacular….
El equipo era de lo más variopinto; combinaba la experiencia en esta ruta de mi padre, con la energía de los primos más jóvenes y la incertidumbre que generaba la inclusión en el grupo de mi hijo y su amigo Tomás, de 6 añitos de edad.
El punto de partida iba a ser la mítica Casa Cirilo, que tan buenos recuerdos me evoca, y la hora de partida las 20.30 de la noche, para evitar los últimos calores del día.
Nada más empezar la ruta todos los agobios veraniegos desaparecieron. Escasos metros y te ves envuelto en un denso bosque de pino silvestre mientras avanzas lentamente por el desigual pavimento de la antigua Calzada Romana.
Esta da paso, poco después, a la denomina Calzada Borbónica, ruta que no abandonamos ya hasta coronar el Puerto de la Fuenfría. A mitad de camino hicimos una parada técnica y de avituallamiento sobre el Puente del Dezcalzo, donde el grupo se juntó para acometer las rampas finales del puerto.
Una vez arriba, con los ojos puestos en el horizonte buscando la luna llena y el eclipse, descorchamos una botella de vino y sacamos viandas varias. Todos nos abrigamos también porque a esa cota y con la llegada de la noche, la temperatura baja mucho.
Lo sorprendente de esta primera parte de nuestra excursión, además del eclipse, fue la inmensa fortaleza que demostraron los más pequeños para alcanzar el Puerto de la Fuenfría, superando fatigas y aburrimiento.
Concluido el espectáculo iniciamos el descenso del puerto por su vertiente norte. Este se realiza por una cómoda pista forestal, salpicada de piedras en sus primeros metros, envueltos por el boque de Valsaín.
Estábamos solos en este trayecto, únicamente teníamos la compañía de algunas vacas que se movían libres entre la espesura y los murciélagos atraídos por nuestra iluminación.
Sobre las 12.30 AM llegamos a las ruinas de Casa Eraso, antigua casa de hospedaje de la realeza y nobleza, quienes descansaban aquí en su transitar entre las dos mesetas y cuyas paredes nos dieron cobijo aquella noche.
Acondicionamos el campamento para que los más pequeños y los peor pertrechados no muriesen de frío. Aún en julio, las noches al raso en la montaña pueden resultar duras.
Dormimos poco. A las 07.30 de la mañana emprendimos la marcha nuevamente rumbo a Valsaín pueblo.
El camino estaba animado; ruteros de montaña en poderosas bicicletas, runners esbeltos subiendo la pronunciada pendiente, peregrinos de Santiago…..La sierra y sus historias.
Cuando apretaba el calor llegamos a nuestro destino. En un antro local nos dimos un merecido homenaje a base de huevos, salchichas y cerveza.
¡Que no pare nunca esta increíble tradición montañera!
Pues sí, una excelente noticia, todavía quedan osos en el norte peninsular y, parece ser, que aumentando su población…
Buscando “el Osu”, decidimos mi padre y yo emprender camino a visitar a nuestros amigos Isabel y Maxím a la localidad de Marentes, próxima a Muniellos, una de las reservas naturales más imponentes de España.
A partir de Astorga, por la A6, reconozco que es un paisaje que me encanta. El terreno se vuelve abrupto, la masa forestal crece y empiezan a verse el verdor propio del norte. Sales de Castilla la Yerma para adentrarte en otro territorio. Metidos ya en Lugo, abandonas la autopista para ir al interior, a esa región fronteriza montañosa que separa Asturias, Galicia y León.
Marentes, es un pequeño pueblo perteneciente al Concejo de Ibias, que ha crecido a orillas del río que lleva el mismo nombre. Crecido es un término inexacto en estos tiempos; todos estos pueblos se están quedando vacíos. Desapareció la minería de la región y la zona se despobló.
Esa primera jornada la terminamos con un buen plato de sopa de pescado y unos calamares en su tinta en la siempre fantástica compañía de Isabel y Maxim.
De la zona de Muniellos sólo pudimos hacer la ruta corta del parque. Para entrar en este hábitat de especial protección se necesita un permiso que se tarda meses en tramitar. Además la entrada diaria está limitada a 20 personas, así que los interesados tomar nota.
Durante todo el recorrido nos encontramos inmersos en un bosque húmedo rodeados de robles, hayas y castaños. Estos últimos estaban generosos, arrojando todos sus frutos comestibles al suelo. Igualmente los madroños estaban rebosantes, uno de los caprichos de los osos…
Aunque caminamos durante horas el silencio, amortiguando nuestros pasos en la hojarasca, no tuvimos la suerte de ver ningún animal salvaje de gran tamaño.
Al final de nuestra marcha llegamos a una pequeña localidad llamado Oballo donde disfrutamos de una distendida conversación y unos buenos vinos blancos en compañía de los paisanos. Sí, esta es tierra de vinos y no de sidra.
Llegamos a Marentes al atardecer e Isa nos esperaba con unas buenas chuletas, ensalada y más vino. En este caso con un buen rosado de las Tierras de Castilla que había llevado yo.
A la mañana siguiente, con las primeras luces del alba, nuestra anfitriona nos acercó a Rio de Porcos, una de las localidades asturianas más espectaculares que recuerdo. Esta pequeña aldea, como yo la definiría, está custodiada por grandes picos escarpados. El acceso al mismo es a través de un puente colgante, sólo para peatones, que te traslada a un lugar de ensueño cubierto de parras y campos de cultivo.
Desde la parte alta del pueblo parte la ruta circular que une esta localidad con otras aldeas abandonadas de la zona. Se llama la ruta del Desfiladero de Bustellin.
Creo que es de las rutas más bonitas que he realizado, la variedad de paisajes en las distintas cotas que recorres, la fauna, las aldeas abandonadas por las que pasas…….Todo lo representativo del Occidente asturiano está concentrado es estos kilómetros.
Tampoco tuvimos la suerte de encontrarnos con el Oso, pero sí vimos unos excrementos recientes rojizos, de cierto tamaño, en mitad del camino (el animal que fuese había comidos madroños). Nos pasamos todo el trayecto afinando el oído y tratando de identificar los sonidos que salían del bosque.
Con cierta adrenalina, porque la noche se nos echaba encima, llegamos a Rio de Porcos donde Isabel nos volvió a recoger .
Como despedida, volvió a correr el vino y los buenos alimentos.
Pues, efectivamente, la familia decidió volver al norte peninsular para disfrutar de unos merecidos días de vacaciones.
En esta ocasión la primera parada de nuestro periplo fue el hermoso pueblo de Alquezar, catalogado como uno de los más bellos de España. Llegamos tras cinco horas en el coche, de las cuales la última transcurre a lo largo de una carretera rodeada de campos de olivos, almendros y viñedos. De esta región son los famosos vinos del Somontano, que tantas alegrías seguro que nos han dado.
El pre Pirineo es muy distinto a la imagen que tiene la gente; el calor aprieta, las zonas de cultivo son extensas, la vegetación nada tiene que ver con la propia de los paisajes de alta montaña y la Sierra de Guara, donde estábamos, tiene además una identidad única muy marcada que la convierte en un enclave especial..
La hermosa villa de Alquezar, que debe su nombre al castillo Al-Qasr construido por los musulmanes para defenderse de las huestes cristianas, cuelga desde lo alto de una colina para ir desparramándose ordenadamente por las laderas de un cerro. Todo es de color tierra, como el entorno, y sus callejuelas son estrechas y empinadas, como los desfiladeros que se abren por doquier en el paisaje.
Pero Alquezar no es sólo es bella por su historia, cuenta también con un entorno natural único que la rodea por sus cuatro costados. Destacaría en la cara norte de la localidad el Barranco de la Payuala; un estrecho desfiladero con paredones de cien metros de altura a cada lado, cubierto con vegetación de todo tipo, incluyendo unas higueras gigantes que inundan con su fragancia todo el recorrido. Al final del barranco se llega al conocido Río Vero, que en esta época del año no baja tan cargado. Un buen baño en sus aguas y un paseo previo por las Las Pasarelas es algo obligado antes de experiencias más fuertes…
El «plato principal» de esta aventura llegaba al día siguiente; habíamos contratado con Guías de Buenaventura el descenso del Vero, un clásico dentro del mundo del barranco. A las 10 de la mañana nuestro guía Pau empezó a repartir el material técnico para el descenso y a dividir los pesos para la marcha que nos esperaba. Y es que la aproximación iba a ser dura; la distancia no era excesiva, pero sí el desnivel y el calor acuciante desde primera hora.
El inicio del barranco es espectacular; accedes al curso del río desde una pequeña cueva abierta al exterior y que te sitúa en plena acción: Saltos, toboganes, buceo, escalada, rápeles….Durante casi 5 horas los «subidones» anímicos son constantes. Cada recodo del río ofrece entornos y momentos inigualables que conviene retenerlos en la memoria. Además, durante el trayecto descendente del curso del agua, es muy común ir acompañados de las grandes aves rapaces y carroñeras que pueblan esta sierra.
Me sorprendió mucho la afición a este deporte por parte de nuestro vecinos franceses, que fuero los pioneros del descenso de barrancos en Guara. Aquí encontraron un clima idóneo, aguas templadas y un espectacularidad natural sin parangón para su deporte favorito.
El recorrido del Río Vero termina precisamente en la zona de Las Pasarelas, al pie del pueblo de Alquezar. Así que únicamente quedaba “apretarse los machos” y subir los 1000 escalones hasta la plaza principal donde disfrutar de unas merecidas cervezas bien fresquitas y comentar la experiencia vivida.
Al día siguiente no levantamos con mucha calma. El calor apretaba exageradamente la actividad de la jornada anterior había pasado factura a nuestros cuerpos. De hecho, para el rafting que teníamos programado para ese medio día, mi mujer se desvinculaba y lo cambiaba por tranquilada lectura.
La cita con los rápidos era en la pequeña localidad de Campo, a orillas del Río Ésera. El ritual del día anterior se repitió con nuestros amigos de Kayak Campo; neoprenos, cascos, palas, chalecos salvavidas y las nociones básicas para moverse en una neumática hinchable deslizándose por las agitadas aguas de un río de montaña.
Nada más empezar el descenso hicimos una prueba de rescate de “hombre al agua”, siendo mi hijo candidato voluntario en probar la fuerza del río . Fue incapaz de reproducir ninguna de las pautas de seguridad que nos habían enseñado minutos antes, como el no tratar de nadar, permanecer en posición horizontal o no soltar la pala, así que terminé lanzándome al agua también para ayudarle a regresar a la neumática.
El resto del trayecto fue más que placentero, disfrutamos de los rápidos del río, guiados y dirigidos por los brazos expertos de nuestra guía, al tiempo que deleitábamos la vista con el típico paisaje pirenaico.
Cuando alcanzamos la zona más técnica del río, Matías y yo tuvimos que abandonar la embarcación. Cómo es lógico no se la juegan con alguien tan pequeño.
Nuestro último día de Guara nos dedicamos a pasear. Remontamos el Río Vero en sentido ascendente y tuvimos la fortuna de hacerlo solos. “A quien madruga, Dios le ayuda” y este nos regaló las más bonitas estampas de un rincón único en la península lleno de agua, vida y paisajes sobrecogedores.
Además visitamos por la tarde la hermosa villa de Aínsa, la que fue durante la Edad Media la ciudad más representativa de la comarca del Sobrarbe. Un paseo por sus calles, la visita a la iglesia o sentarse a tomar una cerveza en la Plaza Mayor te transporta en el tiempo unos cuantos siglos atrás. Si cierras los ojos y dejas volar la imaginación puedes sentir el paso de los carruajes por sus estrechas calles, las pisadas cansadas de los soldados al subir por las callejuelas del centro, los sonidos característicos de los oficios de la ciudad en la urbe…
Los siguientes días de nuestras vacaciones los pasamos en Cantabria, en compañía de mi infatigable madre a la cual recogimos en Santander. El primer punto de visita obligado iba a ser Cabárceno, el famoso parque de la naturaleza enclavado en unas antiguas minas de hierro. Mis sensaciones fueron contradictorias con respecto a este proyecto que fue pionero en su día en el aprovechamiento de los entornos naturales abandonados por el hombre. El sitio es espectacular, generalmente con espacios amplios, para que los animales vivan lo menos estresados posible y rodeados del verdor propio del norte de España. Pero tengo que decir no estoy de acuerdo con el uso del coche para llegar a las distintas localizaciones. Nosotros no estuvimos en un momento álgido de visitantes, entre otras cosas porque no hacía ningún calor, pero la congestión de vehículos se notaba. La gente tiene la necesidad de aparcar el coche ante las mismísimas narices del rey de la sabana o comparar su vehículo con el tamaño de un colosal rinoceronte….
Creo que la naturaleza se disfruta caminando, con un pequeño esfuerzo, o con otro medio de transporte no contaminante. El teleférico que recorre parte de Cabárceno tampoco me pareció una mala idea. Cualquier cosa, por favor, menos tener que respirar decenas de tubos de escape mientras soñamos estar lejos.
Tras disfrutar de un par de días de este entorno semi salvaje y sus alrededores, como la agradable localidad de Lloreda, emprendimos nuestra marcha con dirección a Santillanade Mar, uno de los pueblos más bonitos y turísticos del norte peninsular. Allí pasamos otros dos días fantásticos, paseando por sus calles empedradas, disfrutando de la gastronomía local (Matías todavía pregunta por los sobaos y leche fresca de una pequeña panadería junto la iglesia) y viendo pasar el tiempo en las viejas plazas siempre bien acompañado. Además Santillana nos sirvió de base de operaciones para nuestras escapadas por Altamarira, donde visitamos el museo y la Neo Cueva que reproduce el sitio original donde se descubrieron estas pinturas rupestres. La acción del hombre ha deteriorado mucho las pinturas originales, así que para la inmensa mayoría queda conformarse con una visita guiada por esta recreación.
Otra de nuestras visitas fue a la localidad de Comillas, donde pasamos un magnífico día de playa sin los agobios propios de la costa levantina. Hicimos una pequeña ruta por alguna de las localizaciones que salen en la película Primos, aunque no pudimos darnos una zambullida desde el espigón del puerto, como hizo El Bachi, ya que nos cayó una buena tromba de agua cuando nos disponíamos a ello.
La última etapa de nuestro periplo cántabro nos llevó a Fontibre, una pequeña localidad camino de la estación de esquí de Alto Campoo, cuyo núcleo urbano tiene cierto interés arquitectónico al tratarse del típico pueblo de alta montaña cántabro. Pero el principal interés de este lugar es el nacimiento del Río Ebro. Contrariamente a lo que uno pudiera imaginar, este río no tiene su origen en un pequeño regato de agua que corre entre las piedras, nace de una surgencia caudalosa tras un largo recorrido subterráneo por el monte Guariza.
Por un tema familiar tuvimos que cortar nuestras vacaciones en este punto y acudimos a Madrid por una visita obligada. Solventado este contratiempo y agobiado por los calores de la capital, Matías y yo decidimos retornar al norte para aprovechar los pocos días libres que nos quedaban. El plan pasaba ahora por quedar con unos amigos en Purón, pequeña localidad del interior de la costa llanisca, donde acamparíamos en compañía de Daniel, un buen amigo llegado del cálido Brasil.
Llanes nos recibió con una ligera llovizna, con ese Orbayu tan característico de esta región, así que montamos la tienda rápidamente en una parcelita que habíamos reservado en el camping local. Instantes después estábamos dando una vuelta por la zona del puerto, admirando esa estampa tan característica de los paisajes costeros del norte peninsular, con sus verdes laderas, sus estribaciones montañosas que prácticamente tocan el mar, sus recios puertos marítimos que protegen la flota de los embates del océano….
Ya con los estómagos rugiendo nos perdimos en el bullicio de las calles de la localidad, parándonos en las sidrerías a refrescar los gaznates en compañía de Elena y Estefanía, que también se nos unieron al plan. Terminamos nuestra ruta delante delante de un plato inmenso de Cachopo con patatas y pimientos.
Para bajar la sensación de pesadez de los excesos de la noche anterior lo mejor es un buen paseo…. Aquella mañana tuvimos suerte ya que el sol lucía esplendoroso, así que los tres chicos iniciamos ruta hacia una de las playas más espectaculares de la zona; el Cobijeru.¿Y por qué es tan espectacular? Porque es una playa escondida, creada por la erosión del mar sobre los acantilados costeros cercanos generando una laguna de aguas transparentes sobre un prado interior. La acción de las olas ha creado también un entorno de cuevas y galerías subterráneas próximas llenas de posibilidades para los ávidos de aventuras. ¡Ojo, sin luz de apoyo mejor ni intentarlo!
Tras unas cervezas y unos chipirones en Pendueles, localidad que tan buenos recuerdos me trae, nos dirigimos a Playa Cuevas del Mar donde nos esperaban nuestras amigas y sus familiares. Como todas la playas del norte me pareció espectacular. Sí destacaría por novedoso las vías de escalada abiertas por los locales. Puedes alternar la mañana entre la pared y las olas.
Cerramos la jornada con pastel de cabracho, fabada y unas botellas de sidra. Y digo cerramos, no por la hora a la que comimos, sino porque las ingentes raciones en el norte sólo favorecen unas tardes carentes de ánimo y el reposo más absoluto.
Para cerrar nuestro viaje decidimos hacerlo a lo grande; el último día lo pasamos en la playa nudista de Torimbia rodeados de amigos. Fue una jornada magnífica en otra de las playas más conocidas del litoral asturiano. La inmensidad de la la misma, su arena , las verdes laderas que la protegen, sus transparentes aguas….Torimbia es una joya.
El colofón final llegó de la mano de Daniel, quien nos hizo una auténtica parrilla en el palacete indiano de Purón. El broche de oro para un viaje por el norte que nunca decepciona.
En el número de hoy vamos a diseccionar a la firma italiana Easydive, que seguro que dará que hablar en un futuro próximo dadas las cualidades que aglutina.
A lo largo de mis últimas colaboraciones venimos abordando los equipos que se utilizan para fotografía y vídeo submarino de una manera generalizada. No hemos entrado a analizar los detalles técnicos de cada marca, las distintas líneas de productos que trabajan. La idea, en los próximos meses, es profundizar en esto y “diseccionar” a un fabricante de pies a cabeza. Esto nos servirá además para poner en primera línea a marcas quizás no tan conocidas, pero con productos realmente interesantes para los buceadores.
Hacía tiempo que no encontraba un producto con tantas posibilidades. El motivo es claro; la Olympus Tracker es una Action Cam, de excelentes prestaciones técnicas, con unos niveles de resistencia, frente a entornos hostiles, propios de las cámaras compactas más duras jamás fabricadas. No cabe duda que el fabricante japonés se posiciona inmejorablemente, con este primer lanzamiento evolucionado desde sus cámaras compactas más exitosas (la serie Tought), en un sector tan trillado como es el de las cámaras de acción.