Miña terra galega….

Pues para no perder las buenas costumbres, el mismo 31 de julio, fecha de inicio de mis vacaciones, cargamos el coche y pusimos rumbo a tierras orensanas ¡¡¡¡Otra vez unas vacaciones por el norte!!!

Y sí, apenas 5 horas después, aparcamos el coche en la casa rural Casa do Comediante, cercana a la Ribera Sacra, nos pusimos un jersey fino y degustamos una primera botella del vino que producía la casa. Todo contemplando los montes orensanos….Habíamos llegado al norte, habíamos llegado al paraíso.

A la mañana siguiente, con las primeras luces del día, salí a trotar un poco por la zona ¡Qué gozada! Corría rodeado de verdes prado, de una fresca neblina que todo lo envolvía y refrescaba, del olor a prados recién segados, a bosta de vaca….

Bien desayunados, decidimos realizar la primera de la muchas excursiones que nos esperaban; las Pasarelas sobre el Río Mao.

Se trata de una ruta circular, del alrededor de 10 kilómetros (con los niños NO la completamos ni por asomo), que recorre los cañones del Río Mao, próximo a la desembocadura del Río Sil.

Cada tramo es espectacular, un deleite para la vista por los tesoros naturales y los vestigios históricos  presentes en todo el recorrido.

No es una ruta difícil de hacer. Sí nos dijeron que con mucho calor, junto con la humedad de la zona, sí  podía hacerse un poco pesada en los meses más calurosos de verano. No obstante, siempre nos podemos pegar una zambullida en las refrescantes aguas del cañón.

El único punto negativo de la ruta es que la encontré tremendamente sucia, llena de plásticos y basura abandonada. No deja de sorprenderme la gente que pasea por un entorno natural e histórico de estas características  y no se lleve su basura consigo.

También creo que la Xunta (o alguna iniciativa privada local) debería organizar batidas de limpieza regulares en puntos tan singulares y de interés turístico.

El resto del fin de semana trascurrió plácidamente entre baños en el Sil, comilonas muy gallegas, a base de productos locales, y con las obligadas visitas a las bodegas y viñedos de esta zona tan particular. Y digo particular porque lo característico de esta comarca vitivinícola son los cultivos en las escarpadas laderas de la montaña, donde los viñedos se reparten por bancales, para facilitar el trabajo, y con la permanente presencia del río en esta idílica estampa.

Con profundo pesar abandonamos estas tierras interiores para dirigirnos a nuestro destino final; Corcubión, villa histórica localizada a orillas de la ría del mismo nombre. Dicha localidad se encuentra en un pequeña península que se adentra en el mar, de costa rocosa, salvo el arenal de la playa principal de Quenxe, y cubierta con un tupido manto vegetal.

Como hemos comentado antes, esta pequeña villa tiene una larga historia vinculada a la peregrinación a Santiago de Compostela (y se mantiene). Parada y fonda obligatoria de muchos viajeros, antes de llegar a Finisterre, que transitan por esta ruta buscando algo de la vida. El Camino siempre te lo da….

También estuvo relacionada, a lo largo de los siglos, con varios episodios bélicos de la historia de nuestro país. Particularmente me parece muy interesante la relación de la villa con el navío San Ignacio de Loyola, alias Glorioso, y las múltiples batallas navales que tuvo con la flota inglesa en distintos puntos del Atlántico. Corcubión se convirtió en puerto de abastecimiento y reparaciones de este imponente navío de guerra de la Armada. El Glorioso forjó su leyenda a sangre y fuego sobre estas bravas aguas.

Por toda estas cosas,merece la pena pasear por lo que queda del casco histórico de la villa y sentarse en algún bar a tomarse una cerveza o un vino blanco bien frío, acompañado siempre de una buena tapa.

A la mañana siguiente, con otro esplendoroso día sobre nuestras cabezas, decidimos hacer una excursión al mítico Cabo de Finisterre.

Este lugar aúna la belleza de un entorno natural único con trazos de historias apasionantes ; el final de la tierra para los romanos, una referencia  geográfica clave en la “costa de los naufragios”, el final del Camino de Santiago…..Merece la pena deleitarse con el paisaje, imaginando como se vivirían esas experiencias vitales hace siglos . 

Atardecer en Finisterre

De camino “al fin del mundo” visitamos la salvaje Praia do Rostro; enclave escogido por los kite surfers, surferos y corcheros para volar sobre sus tablas. La integración del sistema de dunas con en el paisaje verde del clima atlántico es algo muy característico de este tramo costero.

El nuevo día trajo dos visitas obligadas en los márgenes opuestos de la ría; cascada de Ézaro y la Playa de Carnota.

La primera merece más la pena durante los meses más lluviosos del año. Con caudal este salto de agua debe ser impresionante; un salto al vacío de más de 40 metros de altura para unir las aguas continentales con el océano.

Ézaro

Desde este mismo punto se puede contemplar las estribaciones del mítico Monte Pindo, una mole granítica que se eleva más de 600 metros sobre el nivel del mar, que fue lugar de culto para los pueblos celtas.

Otro enclave mágico de esta zona costera privilegiada, donde se mezcla lo espiritual con lo terrenal.

Una de mis playas favoritas, de todas las que he visitado en mi vida, es la de Carnota. Las razones son varias; la primera es que me trae muy buenos recuerdos, por lo bien que lo he pasado y la buena compañía que he tenido. La segunda es que es una playa semisalvaje, inmensa, de unos 7 km de largo y hasta 500 metros de ancho durante la bajamar. Te da la sensación de ser inabarcable…..(Me recuerda mucho a Fraser Island, otro pasote de sitio). Pero lo que verdaderamente me maravilla de este lugar es por la misma estructura que tiene la playa. Combina un sistema de dunas a lo largo de todo su recorrido, con una zona de marismas, en unos de sus extremos (refugio natural de muchas aves), y que cuenta también con la desembocadura de un río donde, conjuntamente con la acción de las mareas, se dibujan paisajes únicos entre la arena y las rocas.

Carnota

Para concluir esta maravillosa jornada visitamos restaurante Mar de Cregas, en la aldea de Caldebarcos. Otro placer para los sentidos.

Saliendo un poco del circuito de playas espectaculares, pero sólo momentáneamente,  nos acercamos a la cercana localidad de Muros.

Otra villa histórica, que data del S XIII, con un pasado apasionante lleno de batallas épicas para defenderse de las incursiones de los piratas, primero, y de las tropas napoleónicas después.

Su ría ha sido cementerio de bravos marinos e infantes que dieron su vida tiempo atrás. Los pecios salpican esta parte de la costa, como cementerio marino de nuestra historia.

Arraigada también en la tradición pesquera, se montaron en la villa importantes industrias de salazón, lo que constituyó un importante motor económico en la región.

Por todas estas particularidades, tiene hoy Muros la categoría de conjunto histórico artístico. Perderse por sus estrechas calles es altamente recomendable, acompañados siempre por el olor a mar, que envuelve cada rincón, y por sus dicharacheras gentes siempre acogedoras con los forasteros.

Muros

Antes de regresar a Corcubión, bordeando la carretera de la costa, nos dimos un último baño en la playa de Lariño.

Esta playa, linde entre el término municipal de Carnota y Muros, vuelve a ser espectacular.

En la zona norte de la playa, desaparece la lengua de arena, para dar paso a un tramo costero rocoso, salpicado de pequeñas calitas y piscinas naturales donde los críos y mayores alucinarán con la fauna costera.La bajada de la marea crea entre las rocas verdaderos acuarios de agua salada.

Si lo que se busca son sensaciones “surferas”, veo obligada la visitan a la playa de Nemiña. Lugar mítico del surf/body nacional e internacional y que cada año acoge a amantes de estos deportes de deslizamiento en distintas competiciones.

La amplitud de la playa permite divisar en la lontananza, desde distintos puntos, las localidades de Muxia, Cee y Fisterra.

Es uno de los márgenes de la playa desemboca el rio Castro,  emplazamiento muy apreciado por los pescadores de caña para la captura de lubina. Suelen verse a estos, durante la bajamar, irguiendo sus cañas hacia el cielo y sacando sus preciadas capturas de manera bastante regular.

Espectaculares las vistas, y la comida también, del chiringuito montado en una de las laderas de la playa. Una cerveza Estrella bien fría, el viento y el sol besándote la cara, los surferos cogiendo olas en acompasada armonía, el río, los tranquilos paseantes….Idílica estampa del litoral gallego.

Gures

No quisiera olvidarme en este relato mencionar otras playas “menores” que visitamos. Cercana a Corcubión tenemos la playa A Coviña que se me asemeja, en cierta manera, a una cala balear. Es rocosa, rodeada de pinos y con una aproximación casi vertical. No es muy cómoda, la verdad, pero eso garantiza el estar sólo. La gente suele hacer nudismo, dado su aislamiento.

La otra playa que frecuentamos mucho esos días de verano fue Gures, cercana a la localidad de Ézaro. Mirando, también, a la ría de Corcubión, esta playa es la escogida por muchas familias de la zona para pasar el día. Aguas tranquilas, arena, zona rocosa donde pescar y explorar y mucha sombra gracias a la cobertura vegetal que rodea a la playa.

A Coviña

Cerramos nuestras vacaciones en “miña terra galega” con una quedada con viejos amigos Cochete, José María y mi primo Pablo. El lugar escogido el surf camp de la playa de Barrañan; divertido punto de encuentro de los surfistas coruñeses, donde coger olas y tomarse unos tragos al atardecer en una cómoda zona chill out. Plan apto para todas la edades porque hasta los más críos pueden encontrar amplias zonas de esparcimiento y diversas actividades, al margen de las olas.

Y es que el norte peninsular tira mucho. Aúna todo lo que demandamos en familia; cultura, gastronomía, deporte, naturaleza, poca masificación y fresquito veraniego.

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