Albarracín ¡qué espectáculo!

Pues como es costumbre, por tierras turolenses en el mes de diciembre, Albarracín nos recibió un viernes noche de manera “acogedora” …

El termómetro marcaba los 0º en el exterior así que, recién aterrizados como estábamos, sólo quedaba deshacernos de la maleta, en la cómodo casa que habíamos reservado, y lanzarnos a las calles buscando un buen plato caliente y vino (menos los niños).

En el pequeño restaurante La Peculiar, sobre la avenida principal, comimos divinamente; entrecot, jerigota (una suerte de pisto aragonés), buenos vinos…Todo en un ambiente recogido y silencioso, sólo roto por el alboroto y las peleas de mis hijos recién llegados de la capital.

Salimos del establecimiento con la idea de darnos un pequeño paseo nocturno y este fue una experiencia “mística”.  Entre que era viernes y, sorprendentemente, la pequeña localidad estaba vacía, junto con el mercurio desplomándose por momentos, propició una caminata en solitario los cuatro la mar de agradable. Las callejuelas y rincones históricos fueron nuestros por un momento, nos retrotrajimos siglos antes cuando otros personajes recorrieron esta ilustre villa.

Por la mañana, bien tempranito, con los estómagos satisfechos por un imponente desayuno de la mano de mi señora, realizamos la senda fluvial que recorre Albaracín.

Es impresionante, simple y llanamente, y deduzco que en esta época del año más….

Esta ruta de 1h. de duración tiene de todo; las vistas, desde distintas perspectivas, de esta villa construida entre cañones, el espectáculo del bosque de ribera, con su paleta de colores otoñales, el duro paisaje rocoso y de matorral de las zonas altas y el siempre relajante espectáculo de ver correr a un río de aguas prístinas.

Otoño
Puente sobre paseo fluvial
Buscando cangrejos

Para no perder las buenas costumbres, almorzamos unos torreznos espectaculares y un pincho de tortilla de patata en la plaza mayor, acompañado de cerveza. ¡Ojo!, a la sombra y en el exterior…Frío, a tope, y los camareros en camiseta.

Campanario

Satisfechos, subimos a la colina más alta que custodia Albarracín, para darnos un acrobático paseo por las murallas. No apto para gente con vértigo y un poco peligroso en algunos tramos, las vistas del duro entorno merecen la pena.

Por la tarde acudimos en familia al Museo del Juguete; una pintoresca exposición de los juguetes que se utilizaron a principios del siglo pasado. Menos la zona de muñecas, que inspiraba verdadero terror, mis hijos alucinaron con los cachivaches centenarios que se agolpaban en las vitrinas ¡No podían entender que la gente se divirtiese con eso!

Lo que tiene viajar con niños es que ellos marcan los horarios y, sorpresivamente, nuestra última noche cenamos con horario británico ¡19.30!

Nos perdimos un menú degustación en uno de los restaurantes de moda de la zona, pero por el contrarío sí nos permitió tomarnos unos buenos whiskys en la mejor de las compañías posibles.

Nuestras ultimas paradas del fin de semana, antes del regreso a la big city, fueron los Pinares de Ródeno y Teruel.

El primer sitio, espacio protegido, es realmente un sitio muy especial. El poder pasear entre cañones rojizos y pinares, acompañados de cabras montesas y algún avezado escalador, que recorren las escarpadas laderas con pasmosa tranquilidad, es una delicia. Y todo ocurre bajo un cielo azul intenso de aire limpio y frío.

Pinares de Ródeno
Cielo

A Teruel fuimos, básicamente, a pegarnos un homenaje gastronómico a base de ciervo, entrecot, migas del pastor, albóndigas caseras y ensalada, para desengrasar.

Sorprendentemente, para los turolenses, pudimos darnos semejante festín bajo un sol que, quizás, calentase demasiado para esa época del año.

Ante mi petición de sombra al enérgico camarero aragonés, respondió:

“En Teruel, nunca busques refugio en la sombra.”

Albarracín
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El norte, siempre es un acierto.

Pues como la tradición manda, iniciamos nuestras esperadas vacaciones con un nuevo descenso a nado por el Río Sella.

Y como es tradición, también, los primos volvimos a copar las últimas posiciones del descenso. Mucho nivel de los locales en sus travesías…

Contrariamente a otros veranos, buscamos alojamiento un poco alejados del “bullicioso valle de la familia”. El lugar escogido fue una bonita casa de campo, en el pueblo de Torazu. Contaba esta con una gran superficie ajardinada, terraza, barbacoa exterior y toda la suerte de accesorios del mundo civilizado que tan feliz hacen a mi mujer e hijos.

Aunque separados por unos pocos kilómetros, la vida en el valle te atrapa y nosotros fuimos víctimas de ese embelesamiento; los primeros días nos dedicamos a redescubrir las rutas y trochas que tantas veces hemos recorrido, a contemplar extasiados los verdes paisajes que rodean las cabañas familiares y, por supuesto, a degustar las exquisitas viandas que la familia preparaba para los visitantes.

Destacable de aquellos días por tierras asturianas fueros las visitas a Espinaredu, con todos sus hórreos, el muy televisivo Lastres y la ya mítica Playa de Vega, donde pudimos coger las primeras olas en familia en mucho tiempo.

Muy destacable, cercano a la mencionada playa, un garito playero denominado Pura Vida; vistas increíbles, una buena selección de cervezas artesanas y prados donde reposar los cuerpos ¿Para qué queremos más?

Capítulo especial fue reencontrarme con viejos amigos de Madrid en Casa Colo, un excepcional restaurante localizado en Ceceda. En increíble compañía, degustamos la típica comida asturiana. En el exterior mientras orbayaba para refrescar un poco la atmosfera de un verano sofocante.

Concluimos nuestro periplo asturiano con la también tradicional “ceremonia chamánica” en casa del primo manolo. Un cierre nocturno apoteósico acorde con todo lo que se vive en el valle verano tras verano….

No abandonamos el norte en este segundo periodo vacacional. Decidimos retornar a Pujayo, en el interior de Cantabria. Esta pequeña localidad, colindante con la más conocida Bárcena Pie de Concha, es un monumento a la arquitectura tradicional serrana de la zona.

Además de la mencionada belleza, mis dos hijos cuentan una nutrida pandilla de amigos, que es casi lo más importante para elegir destino vacacional, máxime cuando durante esos primeros días acontecía la famosa fiesta popular de La Maya. Esta ancestral tradición consiste en levantar dos troncos de haya (en realidad es 1 dividido en dos partes), alcanzado la estructura una altura de unos 30 metros, tirando de sogas y usa suerte de estacas para mantener la verticalidad.

Además de esa proeza, las fiestas transcurren en inmensa algarabía por parte de los locales, alcohol duro, desde primera hora de la mañana, y actividades varias para los más pequeños. El descanso NO está asegurado en varios días.

Pero no dejamos de visitar la región en cuanto nos dejaron salir del pueblo…

De las rutas por el interior me quedaré por el periplo realizado entre las localidades de Potes, Aguilar de Campoo y Fontibre.

La primera parada, en el interior de Cantabria, nos mostró otro pueblo interior con la característica arquitectura de montaña en la Comarca de Liébana. Confluencia de varios ríos y enclavada en medio de los picos de Europa, Potes tiene cierta relevancia histórica en la región. Además sus ricas tierras y clima apropiado permite extensas zonas de cultivo.

De Aguilar de Campoo, ya en tierras palentinas, nos embelesó el Monasterio de Santa María la Real. Mezcla de estilos arquitectónicos (románico, gótico y cisterciense), acoge en su interior distintas aulas formativas públicas y privadas, además de un excelente restaurante donde deleitarse con su exquisita cocina. Tomarse un vermú en el patio de la antigua abadía no tiene precio.

Cerramos nuestro recorrido visitando el nacimiento de uno de nuestros ríos más emblemáticos; Fontibre (Fuente del Ebro). La persistente sequía que afecta a toda la península le restó caudal y espectacularidad a este accidente geográfico, con lo cual decidimos pasar nuestras penas comiendo en un magnífico restaurante que está a la vereda del río y cuyo nombre responde por Fuentebro.

¿Con quién coincidimos? Con mi padre, que para variar recorría el norte de España con su bicicleta, abriendo nuevas rutas hacia/desde Santiago de Compostela.

Aquellos felices días de agosto no dejamos de visitar la imponente costa cantábrica. Desde la playa de Berria, con la particularidad de que aquí se encuentra el centro penitenciario de El Dueso (y sobre el que ahora profundizaré) hasta la playa de Liencres, de las más bonitas de Cantabria.

Sobre El Dueso quería comentar dos aspectos que me parecen muy interesantes, Este penal de reclusos comunes, tiene dos programas para ayudar en la reinserción de los presos una vez alcanzada su libertad. El primero versa sobre la práctica del rugby dentro la cárcel. Este deporte colectivo, cuyos valores son sobradamente conocidos, ayuda a los presos a relacionarse de manera diferente, huyendo de rivalidades y trabajando por un bien común; el equipo.

Otra de las actividades del penal, dada su ubicación geográfica privilegiada entorno a un espacio natural único, como son las marismas de Santoña, propicia la observación, estudio y seguimiento de las aves que allí habitan. Esto lo hacen también los reclusos.

La posterior visita a la cercana Santoña y la degustación de sus exquisiteces locales (todos productos del mar), desde luego, merece la pena también; se respira el aroma portuario pesquero, a salitre y pescado. Es, durante los meses de verano, una localidad bulliciosa, con visitantes de todos los lados y locales que se entremezclan por sus callejuelas y, sobre todo, en su particular malecón que mira a la ría y a las dunas de Laredo.

Cerramos nuestro viaje en la siempre elegante ciudad de Santander. Además de pasear por sus espaciosas avenidas, pegadas al mar, por sus playas de arena dorada y el mítico Palacio de la Magdalena, descubrimos una ciudad, desconocida para mí, en el ámbito del tapeo.

Desde luego era viernes noche, con todo a rebosar, pero la variedad de establecimientos en la zona centro, para tomarte algo, es apabullante. Muchos locales, muy bien puestos y con una amplia carta de productos de primerísima calidad.

Nada que envidiar a los barrios más chic de las grandes capitales….

Así concluimos.

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En el fin del mundo.

Anochecer.

Pues un 8 de diciembre, día frío en Madrid, pusimos rumbo a Finlandia buscando auroras boreales, paisajes nevados, aventuras de distinta índole y al abuelo Joulupukki(Santa Klaus). Toda la familia juntos.

Fue un viaje largo, pero hay que reconocer que los tres pequeños se portaron bastante bien. Estaban excitadísimos con lo que se les veía encima.

Con toda la emoción del mundo aterrizamos en mitad de la noche ártica, sobre una pista de aterrizaje rodeada de nieve y medio helada, en la localidad de Kuusamo. Este aeropuerto internacional por necesidad, dada la creciente demanda de estas visitas, sólo admite aviones pequeños (y que así siga) debido a las dimensiones de este.

Cogimos un autobús que nos esperaba a las afueras de las instalaciones aeroportuarias y nos dirigimos hacia la región de Laponia, unos cientos de kilómetros más al norte.  Por el camino cruzamos la línea invisible que marca el paralelo 66º, la entrada oficial al círculo polar ártico.

En un par de horas llegamos a Salla Tuunturi, la pequeña localidad que iba a ser la base de operaciones de la familia los siguientes días.

El día llegaba a su fin (con sólo de 3 horas de luz al día), así que aprovechamos para probarnos la ropa ártica que nos prestó el complejo, idónea para estos climas extremos, compuesta de un mono completo, pasamontañas y botas especiales. Las otras capas interiores venían de España.

Nos instalamos también en las confortables cabañas de madera, perfectamente adaptadas al frío y realmente cómodas. La nuestra, de las más grandes de la zona para hospedarnos a toda la familia, constaba de dos plantas. En la planta baja se encontraba un salón con chimenea, zona de muda, para cambiarse de ropa al entrar/salir de la vivienda, baño, sauna y zona de secado para la ropa de exterior. En la planta superior los cómodos dormitorios, un amplio salón, comedor y la cocina.

Después de nuestra primera suculenta cena “ártica”, a base de reno, ensaladas y buena cerveza local, nos dimos un último paseo para para seguir habituándonos al frío que nos esperaba. Un frío, que, en ese primer día, te quemaba las pituitarias, te congelaba el bello de la cara y te secaba los ojos.

Amanecimos muy temprano, en plena noche cerrada. Por delante nos esperaba un día plagado de emociones para niños y adultos.

Tras la pesada rutina de equiparse con toda la equipación contra el frío y un contundente desayuno sami, arenques ahumados incluidos (sólo yo la verdad), nos dirigimos a por nuestros trineos y perros. Íbamos a convertirnos en auténticos mushers.

Musher.

Con esto término se denomina a los “pilotos” de trineos tirados por perros. En el pasado era uno de los métodos tradicionales de transporte de personas y mercancías entre núcleos poblacionales en los parajes nevados polares. Actualmente sólo constituye una disciplina deportiva y una actividad de aventuras .

Las cuadrillas de perros se conforman con perros de raza o mestizos, pero siempre propias de climas fríos (Husky, Malamute, etc…), que viven a la intemperie y a los que se entrena para esta labor.

La manada.

Siguen un orden concreto para organizar el tiro del trineo; las perras líderes en cabeza, que son las guías del trineo por los parajes helados. Después vienen las perras que podrían ejercer ese rol también, pero que todavía no son las líderes de la manada. Por último están los machos fuertes del grupo, de amplias espaldas y que arrastran casi todos los kilos del equipo.

Los perros, cuando se percatan de la presencia de personas, intuyen que van a salir a correr y se vuelven locos. Se ponen a ladrar histéricos, brincan de un lado para otro y, entre tanta sobre excitación, se desata alguna riña entre los componentes de la manada. Tanto estruendo monta que los cuidadores habitualmente trabajan con cascos protectores de ruido.

Mi hermana, mi cuñado y yo fuimos los encargados de dirigir los trineos mientras que el resto de la familia viajaban sentados en la parte delantera del patín abrigados por mantas de renos. El frío apretaba.

Nada más soltar a los perros, libres como el viento, se lanzaron a una vertiginosa carrera por los bosques árticos que rodean Salla.

La conducción tiene su técnica; la transferencia de pesos del piloto para abordar las curvas del recorrido, el sumar fuerzas con los perros, en las pendientes ascendentes, empujando el trineo y el tener la destreza para usar el freno de pie cuando fuese necesario.

Comentar que los bosques que transitamos son un tesoro natural, lleno de especies vegetales únicas, que florecen con la llegada de la primavera, y hogar del majestuoso urogallo, emblema del parque.

Por la tarde, después de almorzar salchichas y jugo de bayas, en una típica tienda Sumi, dedicamos unas horas a intentar pescar en hielo en un lago cercano.

Primero tienes que perforar la gruesa capa de hielo con una herramienta tipo sacacorchos, de afiladas cuchillas, que abre el hueco exacto para sacar las capturas. Con una caña de reducidas dimensiones, introduces el sedal en el agua unos centímetros por debajo del hielo. No se necesita mucho más.

Pescando.

Aunque nosotros no sacamos nada, se presupone que la cucharilla, con sus suaves oscilaciones, genera reflejos gracias a los rayos de sol que se filtran por el agujero. Esto atrae a los peces deseosos de un suculento bocado en medio de las gélidas aguas.

Volvimos a cenar abundantemente platos típicos de la región. Como novedad en el menú resaltar el KoskenKorva con el que regamos mi cuñado y yo los platos. Una suerte de vodka local suave y que entre de maravilla.

Después de cenar salimos a pasear para aligerar los estómagos Los más aventureros tuvieron el valor de tirarse por las pistas de esquí ya cerradas, con pequeños trineos de plástico, deleitándonos a los espectadores con todo un espectáculo de bofetadas a toda velocidad.

Al día siguiente tuvimos una actividad parecida, pero esta vez en trineos tirados por renos. Mucho más plácido que la experiencia con perros, quizás demasiado para mí, pero que permitió tirar buenas instantáneas del paisaje en nuestro lento avance. Eso sí, la ausencia total de adrenalina y ejercicio hizo que pasásemos mucho frío. 

Reno y atardecer.

Los colores del cielo, mientras anochecía, eran increíbles. Aquella jornada el cielo estaba despejado y el cielo se tornó anaranjado, dándole a todo el paraje nevado tintes cálidos.  Todo era idílico (salvo por las terribles temperaturas).

Posteriormente visitamos la granja de renos, de donde provenían nuestros animales de tiro, guiados por Petya, un gigantón ruso asentado en este lado de la frontera.

Como nos explicó, los renos, contrariamente a lo que se piensa, no viven en estado salvaje. Cada animal pertenece a un ganadero, que cuenta con grandes extensiones de territorio, donde los animales viven en libertad la mayor parte del año. Una vez por temporada reúnen a todos los renos para discriminar aquellos que seguirán viviendo en este entorno, aquellos que se destinarán a la industria cárnica o textil, animales para uso doméstico, etc…

Los ganaderos se quejan mucho de la cantidad de animales que pierden por los accidentes de tráfico en la zona.   La creciente demanda como destino turístico de esta región ha incrementado el tráfico rodado por estas carreteras. Estos animales pululan por ellas libremente, ocasionando graves problemas de seguridad vial.

Animal de tiro.

Lobos, linces y glotones también causan estragos entre la población de renos.  Esto sí por pura evolución natural.

Por la noche, mi cuñado y yo, decidimos vivir la experiencia única de salir a correr en el círculo polar. Bien abrigados y con la emoción de estar haciendo al único, recorrimos unos 7km de paisajes nevados, quietos, silenciosos… Apenas nos cruzamos con nadie. Menos haciendo deporte. Algún vecino curioso se asomaba a las ventanas, navideñamente decoradas, al escuchar el crujir de la nieva bajo nuestros pasos.

Después de la aventura de correr a -20ºC, tocaba 10 minutos de sauna, ducha térmica y cerveza local para rehidratarse. Esto y una cena maravillosa , incluidos el Koskenkorva, cerraba otra maravillosa jornada en Laponia.

Nuestro último día iba a ser el más especial, tanto para niños como para adultos. Una jornada llena de emociones fuertes y magia.

Empezamos fuerte, desayunando copiosamente en el restaurante de Sallatunturi, y abrigándonos con todo lo que teníamos. Pintaba que íbamos a pasar frio ese día porque teníamos un safari en motos de nieve.

Tras la pertinente charla técnica y de seguridad sobre el manejo de las potentes motos de nieve, nos subimos por parejas de adultos en las mismas. Los críos iban en un trineo cerrado y con calefacción a la cola de la expedición.

¡Espectacular! Así es como describo esa experiencia; kilómetros de ruta por los bosques árticos, parándonos en puntos clave para deleitarnos la vista con paisajes salvajes y solitarios. La sensación de silencio imperturbable que todo lo envuelve, sólo interrumpido por el sonido amortiguado de la nieve al caer.

Uno de los momentos más impresionantes de nuestro retorno fue cuando una hembra de reno, acompañada por una cría de cierto tamaño, nos acompañó durante un largo trecho. A pesar del estruendo de las motos, parecía que demandaban compañía en medio de tanta soledad.

El almuerzo/cena tuvo lugar en otra tienda típica de estas latitudes, pero mucho más amplia que en la que estuvimos el primer día. Volvimos a degustar la cocina típica Sami, pero mucho más elaborada; carnes, pescados, sopas, postres….Todo servido estilo buffet sobre una amplia canoa.

La chimenea calentaba la gran estancia y nuestros guías amenizaron el momento con historias locales acerca de la fauna, mitos y costumbres.

Y llegó el momento más esperado por los pequeños; íbamos a visitar al abuelo Yulupuki (el anciano del bosque). Para no perder las buenas costumbres toda la familia nos subimos en un enorme trineo que nos condujo, en medio de la noche,  hasta una aislada cabaña en mitad del bosque.

Allí, una oronda elfa nos recibió y nos invitó a esperar junto al fuego la audiencia con el anciano.  Al poco tiempo la puerta de la cabaña se abrió y conocimos a  Joulupukki.

Departió amigablemente con todos y especialmente con los niños, acerca del difícil año que dejábamos atrás. Los pequeños, emocionados, relataron sus aventuras, sus logros y su buen comportamiento general.

Este les prometió grandes sorpresas para el 24 de diciembre.

Raquetas.
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De ruta por el sur; de la tórrida Almería a la salvaje costa gaditana.

Pues rompiendo la tradición familiar, en este periodo estival, decidimos poner rumbo al sur de la península.

La verdad es que tomamos esta decisión envueltos en un mar de dudas; en casa no somos muy partidarios de los calores extremos veraniegos y las masificaciones de turistas, pero salió algo bastante curioso.

La primera parada de nuestro periplo nos llevó a zombie land, término cariñoso con el que nos referimos al lugar escogido por mi padre para vivir en Murcia.

Concretamente hablamos del Condado de Alhama; un extenso golf resort que se construyó en medio de un páramo semidesértico, rodeado de granjas de cerdos, ya que la fábrica El Pozo está radicada en esa zona, y situado a 30 min en coche de la ciudad costera de Mazarrón.

El lugar esta “protegido” por una desproporcionada valla metálica que rodea todo el perímetro y garitas de seguridad más propias de una embajada.  La identificación de los vehículos y pasajeros es indispensable para el acceso al Condado.

Dentro todo es verde; los jardines, los paseos, las palmeras, los campos del golf…..Todo verde y cuidado en un lugar donde apenas llueve. Un paraíso sólo alterado por las nubes de moscas que se reproducen en enjambres por culpa de las granjas próximas.

La verdad es que dentro del complejo uno encuentra todo lo necesario para vivir una vida cómoda; los servicios son suficientes, hay alternativas de cierto ocio y las instalaciones están muy bien. Solamente las inevitables visitas al médico no están cubiertas dentro de este remanso de paz y tranquilidad.

Por tanto, la gente veranea aquí durante todo julio y agosto, sin apenas moverse de ese “paraíso” en medio de la nada.

La rutina diaria varía poco; de la piscina a la casa y de la casa a la piscina. Por las tardes al centro comercial a tomar algo fresquito ya que el calor es acuciante.

Pero para los más jóvenes sí es un plan fantástico, ya que se montan pandillas multitudinarias que alargan los días entre las canchas de fútbol y piscinas.

Pero nosotros, como raritos que somos (incluido mi padre), no paramos de movernos esos días buscando calas donde bañarnos, excursiones varias y sitios interesantes donde comer.  Acertamos  de aquella manera con nuestros planes, dada la afluencia masiva de visitantes a los mismos sitios escogidos por nosotros. Sólo en La Azohía encontramos nuestros huequitos, a determinadas horas, para disfrutar de este enclave maravilloso del litoral murciano.

En plena ola de calor, con el termómetro rozando los 44ºC, cargamos el coche y nos bajamos más al sur, a Sorbas, Almería.

En poquitas horas llegamos a Cariatiz, lugar donde habíamos reservado una suerte de cortijo compartido con el exótico nombre de Almond Reef.

El nombre de este lugar se debe, a que la propietaria del mismo, fue una de las muchos hippies ingleses que se trasladaron a vivir a Almería buscando reconectar con lo rural. Con exquisito gusto reformó y restauró una casa de campo con todas las comodidades que un urbanita puede desear; piscina, una inmensa parrilla y un patio exterior mirando al campo.

Lo confortable y atractivo de nuestro cortijo hizo que hiciésemos bastante vida casera y “de pueblo”. Cuando digo «de pueblo» me refiero a las continuas visitas que hacíamos al único bar de la zona, donde podías comer y beber hasta saciarte por 20€ los 4 integrantes de la familia. Todo a base de tapas locales bien generosas.

Otra de nuestras citas en el pueblo era con el cine de verano en la plaza del ayuntamiento. Nos juntábamos hasta 8 personas, en las tórridas noches del interior de Almería, para ver películas estrenadas ya hacía tiempo en las grandes capitales.

Pero nuestra cita diaria favorita era salir a coger insectos y observarlos. En esta zona desértica encontramos infinidad de arácnidos, escolopendras, escarabajos, saltamontes y otros artrópodos que propiciaban entretenidas charlas acerca del mundo animal.

Además de esa vida tranquila y pausada algunos días decidimos bajarnos a la zona costera, atestada de gente, donde teníamos amigos que visitar.

Nuestra base de operaciones era Aguamarga, hermosa localidad costera, que se ha puesto de moda los últimos años, estilo Ibiza, y que es la puerta de entrada al Parque Natural del Cabo de Gata.

Pues allí pasamos una agradable primera jornada, acompañados de nuestros amigos Ainara,  Javi e hijos, y que tuvo un poquito de todo.

Empezamos la mañana con una pequeña putada, debido a que a mi hijo mayor Matías, mientras se zambullía en las cálidas aguas mediterráneas, se le pegó en el hombro una Pelagica Nocticula o medusa luminiscente, causándole un importante quemazón en el hombro. Actualmente la cicatriz luce a modo de tatuaje polinesio.

La proliferación de medusas va ligado al deterioro paulatino de la calidad del agua de nuestros mares y océanos.  La temperatura, la contaminación y la ausencia de depredadores favorecen su crecimiento exponencial cada verano.

Pero después de esta inoportuna experiencia, el día se dio magníficamente; primero con un divertidísimo y largo aperitivo en la plaza del pueblo, rodeados de amigos. Después, bien contentos por las cañitas heladas que corrían por doquier, estos amigos nos invitaron a comer al restaurante de más renombre de Aguamarga. Más cerveza, buen vino blanco y productos del mar. Todo mirando al Mare Nostrum. Tras este suculento banquete sólo quedaban las copas al atardecer …..Bufff, mi cuerpo no aguantó y tuve que irme a dormir una larga siesta. Teníamos que volver al pueblo.

Otra de las visitas al parque fue al Playazo de Rodalquilar. Comprendida entre las localidades de Las Negras y Rodalquilar, es un playa de aguas tranquilas y transparentes, con una zona central de fina arena, mientras que en los laterales de la misma se abren calitas de rocas fosilizadas. También hay un fortín defensivo que data de la época de Carlos III y que custodia esta parte del litoral.

Bajo el agua, con una máscara de buceo, pudimos disfrutar de la fauna y flora marina más representativa de nuestras costas; praderas de posidonia, meros, pulpo, castañuelas, sargos, erizos….muchos tesoros tras nuestro cristal.

Por último y también visita obligada; las cuevas de Sorbas. Este, todavía poco conocido sistema de cuevas y galerías creados en yeso, en medio de un paisaje de karst, es único en España.

Las rutas disponibles varían en función en la exigencia física y técnica que demandemos. Hay visitas a galerías aptas para toda la familia, de poca duración y trayectos poco técnicos. Otras galerías estás parcialmente sumergidas y harán las delicias de los que quieras remojarse un rato largo (¡ojo aguas a unos 10º!) y, por último, existe la versión más técnica de las visitas; con rápeles, estrechas gateras a recorrer a rastras, escalada….

Le mejor época para visitar las cuevas son los meses estivales. Minimizas el riesgo de lluvia y rebajas la peligrosidad de la actividad.

Casi sin darnos cuenta había pasado nuestra primera semana de vacaciones. Teníamos que partir, teníamos que llegar a Tarifa. Nos íbamos al sur del sur.

Del trayecto en coche por la Autovía del Mediterráneo, me sobrecogió el denominado mar de plástico. Los invernaderos cubren una extensísima zona entre Almería y Málaga. Kilómetros cuadrados de plásticos, donde florecen poblaciones que viven de la agricultura intensiva de esta parte del mundo. Muchos de los habitantes de este ecosistema viven en condiciones muy precarias, similares a la de los países que les vio marchar buscando un futuro mejor. 

Pero el paisaje va cambiando paulatinamente; dejas los plásticos para asomarte al mar desde las escarpadas montañas que jalonan la costa granadina. Después pasas por la siempre exuberante (en todos los sentidos) costa malagueña hasta llegar a la costa gaditana, la más salvaje.

Nuestro destino final era Facinas; hermoso pueblo, encalado todo en blanco, que se asienta en las laderas de un monte entre las localidades de Tarifa y Zahara de los Atunes.

Las primeras horas en “nuestro nuevo hogar” transcurrieron entre quintos fresquitos y entrecots de retinto, el ganado bovino local. No estaba nada mal para empezar.

La primera parada, tras horas de sueño, fue la Playa de Bolonia. A este paraíso natural llegamos bien prontito por la mañana, para evitar el previsible tráfico. Cuando llegamos había muy poquitas personas, así que caminamos todo el margen derecho de la playa, hasta llegar a la mítica duna, para ascenderla en familia.  

Después de la pertinente zambullida en el Atlántico, los críos y yo dedicamos un rato a buscar fauna entre las rocas. Es la pasión de mis hijos.

Nos retiramos cuando la playa justo cuando empezaba a llenarse y desde la distancia se adivinaba complicaciones en la carretera de acceso a este lugar.

Por la tarde pusimos rumbo a Tarifa, ciudad que me apasiona. Perderse por sus callejuelas del casco histórico, visitar el fortín de la isla, tomarse una cerveza al atardecer o disfrutar de su gastronomía, son actividades indispensables en esta localidad.

Para los que no conocen esta pequeña urbe, comentaros que es el punto más al sur de la Europa continental. Los días claros se divisa claramente la costa montañosa de Marruecos y es, desde luego, una de las mecas mundiales de los deportes de vela más extremos, al tratarse de una costa muy ventosa.

Además es el punto exacto donde se abrazan nuestros dos mares más importantes, por toda la historia que arrastran, por el sustento que representan para nuestro país y por posibilitar otros viajes llenos de descubrimientos . El Atlántico y el Mediterráneo son parte de nuestras vidas.

Otra de las visitas fue a la villa de Véjer. Encaramada también a lo alto de una montaña, es otro de los puntos de visita obligada en Cádiz.

En este momento del viaje nos unimos también con la divertida familia de Luna, Hortensia y Fernando, oriundos de la zona.

Se dice que Véjer está hermanada con la ciudad marroquí de Chaouen, por el amor entre una vejerana y un emir de la ciudad norteña africana. Ella, que acompañó a su pareja en la expulsión de los musulmanes de la península, extrañaba su tierra y él la complació devolviéndole su pueblo en Marruecos, en forma de réplica arquitectónica.

El casco histórico es lo más espectacular; estrechas y empinadas callejuelas que zigzaguean en un laberinto de casas blancas. Cada pocos metros se abren portones, a modo de cuadros, que muestran toda la belleza de los patios interiores, frescos, húmedos y llenos de plantas. Desde los miradores y balconadas exteriores de la ciudadela, contempla uno el característico entorno de la costa gaditana.

Patios interiores

A pocos kilómetros de la histórica villa está El Palmar; extensa y concurrida playa, de ambiente familiar, que permite también en días muy concretos la práctica del surf.

Así que después de tostarnos al sol unas pocas horita, reconozco que no me gusta mucho el tirarme todo el día en la playa, decidimos ir a Caños de Meca  a tomarnos una copa al atardecer.

El local escogido fue el mítico establecimiento de La Jaima Meccarola. Este peculiar sitio se distribuye en terrazas por un acantilado mirando al mar. Todo está techado con lonas y yurtas, dando la sensación de estar en un asentamiento nómada, pero con hermosas vistas al mar y a la costa gaditana. Además la gente guapa que veranea en esta zona, baila y se contonea al son de la música del dj todos los atardeceres.

Nos quedaban pocos días de vacaciones ¿Cuándo volveríamos a Cádiz? Rememorando mi primer viaje a tierras gaditanas, pasamos otro fantástico día en  Zahara de los Atunes. En concreto en uno de los extremos de la playa de los Alemanes.

No imaginaba lo urbanizado que estaba este tramo del litoral. Hace tres décadas no existía tanta vivienda vacacional y tanta gente.

Curiosamente ese día tuvimos también otro encuentro con medusas. En esta ocasión se trataban de las gigantescas Rizhostoma luteum, que aún varadas en la playa  despertaban interés y temor entre los bañistas. Esta especia es menos “complicada”, por ser menos venenosa, que sus parientes más pequeños (suele pasar esto en el mundo animal).

Aquella jornada en Zahara decidimos darnos un capricho gastronómico y acudir a uno de los establecimientos de moda para degustar el atún preparado de distintas maneras. Todos en la familia disfrutamos de esta experiencia culinaria única. Los más pequeños descubrieron otras maneras de comerse este manjar.

Tarta de Atún

Cerramos viaje recorriendo la histórica Cádiz, la tacita de plata.

Comenzamos recorriendo el malecón gaditano, de arriba abajo. Mismo recorrido que muchos actores/actrices han hecho emulando un paseo por La Habana. Otras dos ciudades gemelas.

Después callejeamos hasta llegar al mercado central, punto de encuentro de turistas y locales, donde degustamos unas buenas tapas y cañas como es de buena costumbre a mediodía.

Y caminamos y caminamos hasta no poder más, riéndonos del arte que tiene esta ciudad con olor a mar.

Despedimos nuestro viaje entre la dunas de Valdevaqueros, otro espectáculo de la naturaleza. Nos pegamos el último baño en el Atlántico tempranito por la mañana, aprovechando también para darnos los tradicionales baños de barro de esta playa.

La parte triste de este último recuerdo vacacional fue la imagen de los restos de un botellón nocturno ocultos entre los matorrales y la fina arena. Basuraleza que poco a poco todo lo ocupa. Basuraleza dejada por los más jóvenes.

Matías y yo recogimos lo que pudimos…

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Camino de Santiago: Quinta etapa (20/7/2020). Campillo de Altobuey

(Etapa anterior)

En este día hice un recorrido de 70 kms siguiendo este camino…

Salí de Alcalá del Jucar sin saber exactamente hasta donde podría llegar después de subir, bici en mano, una larga cuesta de salida que si el día enterior fué pura adrenalina bajarla…., hoy era esfuerzo de titanes (al menos eso pensé yo) subirla dirección Campillo de Altobuey.

Tardé casi una hora y media en salir del desfiladero, repito bici en mano, donde había dormido y pensando en esos ciclistas que para ellos estas cuestas es solo un riñón acondicionado. Es decir titanes.

Una vez en Las Eras subí de nuevo a la bici y me dije, aún con algo de resuello, «Hasta donde llegue».

Cogí la CM-3201, esta vez sí, con la intención de sobrepasar de largo Casas-Ibañez, ya Camino de la Lana, pensando que eso del confinamiento había sido una falsa alarma o por lo menos limitada a Alatoz. Y así fué.

Estaba dentro de la España solitaria. Apenas tráfico y muy buen pavimento en la carretera que me hizo olvidar los temidos pinchazos. Rodaba pensando, no sin cierto sentido de culpabilidad, que en España eso del desarrollo desde que entramos en Europa se ha entendido como el hacer magníficas carreteras por doquier para disfrute de ciclistas circunstanciales.

El problema me temo que surgirá cuando haya que buscar dinero para mantenerlas.

Dejé atrás Casas-Ibañez, Villamalea, El Herrumblar, Villarta, Villalpardo…., donde la industria carnica es importante y que genera algo de tráfico de camiones buscando la autovía A-3 lo cual me producía cierto estrés a pesar de que mi espejo retrovisor (que complemento más útil) me avisaba de la proximidad permitiendo tomar precauciones si el camionero de turno, la minoría, no hacía ademán de guardar esos 2 metros máxime si venía lanzado lo cual era muy probable dado lo solitario del camino.

Llegué a Minglanilla pasadas las 3 de la tarde donde me paré a comer algo pues no había probado bocado en estos 50 kms recorridos hasta el momento. Lo hice en uno de esos bares que están situados a la entrada del pueblo en una vía de acceso impersonal y desangelada con algunos talleres cerrados a ambos lados, como por desgracia ocurre en muchos pueblos de España.

Decido después de comer adentrarme en el pueblo con el objetivo de encontrar rastro de lo que recuerdo fué en los años 60 y principio de los 70 cuando viajábamos a Valencia. Solíamos parar a comer antes de que la autovía hiciese su aparición y los coches ganaran potencia. Minglanilla dejó de ser punto de recalada.

Recuerdo, como anecdota de aquellos viajes, el llevar acompañantes de los que vivieron la guerra civil que relataban sus temores, al pasar por estas tierras en los años 50 e incluso 60, de ser asaltados por el maqui que se creó después del periodo de guerra.

Historia cierta sin duda pero desdibujada y ocultada por la prensa de la época lo que agrandó la leyenda y el temor según el bando. Estas partidas que desde el monte trataron de resistir a Franco nunca tuvieron gran capacidad operativa militar más allá del susto a algún viajero circunstancial.

Mis acompañantes en los viajes a Valencia eran de los que recordaban la historia con temor.

Con una temperatura agradable (35ºC) para esas horas del día opté por pasar, camino de la carretera CM-211 que me debía conducir hacia Puebla del Salvador, por la Plaza de la Iglesia donde se encuentra el ayuntamiento…

Con su reloj algo desfasado….

….. y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción…

Disculpen por la foto con el campanario recortado…

Cuando estaba haciendo la foto me estaba centrando mentalmente sin querer en el banco de la derecha circunstancia que dió lugar a esa foto descabezada. Sin el campanario al completo.

El sueño me vencía y el cuerpo me pedía echarme en ese solitario banco a dormitar. Cosa que hice durante 1 hora. Una siesta a la vieja usanza acompañado del silencio y la soledad de la plaza. Me reconcilié con Minglanilla como en los viejos tiempos cuando los viajes de Madrid a Valencia duraban 10 horas incluida la parada y fonda (con sesteo) en este pueblo.

Cuendo desperte llené mi cantimplora en esta fuente….

El agua fresca después de mucho correr…, también potable.

….para completar la etapa…, sin saber donde sería el final y por lo tanto sin sitio techado donde pernoctar.

Cuando llegué a lo que sería el fin de mi etapa, Campillo de Altobuey, me paré a tomar una cerveza («sin») en la plaza del pueblo, como hacía habitualmente en las etapas anteriores, entablando conversación con los parroquianos del bar que manifestaron su predisposición a darme cobijo en el polideportivo como venían haciendo de forma habitual cuando se puso de moda el Camino de la Lana. Pero alguién les puso al día con el tema COVID-19 y del cierre por precaución y nula demanda de la acogida hospitalaria voluntaria. No merecía la pena el despliegue desinfectante de cara a evitar la propagación del dichoso bicho cuando la demanda era nula o muy escasa, por ejemplo yo como único peregrino desde que acabó el confinamiento. El tema se desinfló y por supuesto yo tampoco insistí.

Un rápido recorrido por los 2 hostales del lugar me confirmaron que el tema hospitalidad pública o privada estaba de capa caida. No había donde ducharse y dormir al alcance, en ese momento, de mi bici, es decir de mis piernas con 72 kms pedaleando. Ni caro ni barato.

«Toca dormir a la interperie», pensé, «pero en dónde que no moleste ni ser molestado».

Tenía cierto pudor con eso de dormir en un banco del pueblo a la vista de todos. Tampoco tenía ganas de que los paisanos se sintieran culpables por dejar al peregrino ahí tirado.

Sin embargo en este pueblo hay un hermoso santuario, llamado de la Virgen de la Loma, algo aparatado y por el que habia pasado camino del centro urbano. Adosada está una curiosa edificación que hace de plaza de toros según me relata un paisano que andaba de paseo por el mismo acompañado de su perro y que podemos ver en la siguiente foto como el edificio anejo a lo que es el santuario.

Todavía me acuerdo…, trabajaba en el mantenimiento de los aerogeneradores que pululan por estas sierras propiedad de Acciona o Iberdrola creo recordar.

Muy amablemente me indicó el mejor sitio donde extender mi saco y esterilla sin molestar ni que me molesten. Además estaba al lado de una fuente de agua limpia que podría utilizar para enjuagarme la boca o lavar los pies sin problema pues apenas circulaba nadie por el lugar.

Solo hubo un problema…, en la finca colidante al monasterio y separado por una pequeña verja se aposentarón dos perros que se pasaron toda la santa noche ladrandome. Pero toda, toda… ¿Qué porqué no me fuí?, por pereza. Según cerraba los ojos vencido por el sueño, acurrucado en el saco, volvían a escasos 3 metros de mi a ladrar. Ladraban 1 minuto y se iban. Esperaban 10 y volvían a ladrar durante 1 minuto. Y yo pensando: «Ya se cansarán».

Fachada del monasterio

Y no se cansarón, apenas dormí, y con las primeras luces de la mañana, a eso de las 06:00 am recogí y me acerqué de nuevo al centro del pueblo, a la plaza, a la espera de que abrieran el hogar del pensionista que como es habitual suele vivir al ritmo del pensionista que en este pueblo es agricultor. Por eso esperaba un horario de apertura relativamente temprano y una oferta de desayuno contundente. Y así fué, a las 08:00 am.

Terminado el almuerzo mañanero, cogí de nuevo la bici y apenas recorridos unos cuantos kilómetros por la CM-211 opté por desviarme unos cuantos metros por un camino vecinal y a la vera del camino debajo de una carrasca con sus años extendí de nuevo la esterilla y me quede, profundamente dormido.

Si pasó algún vehículo ni me enteré. Dormí 3 horas deliciosas. Las que no había podido conciliar al pié del santuario. Mi cuerpo empezaba a relajarse sin remilgos en cualquier rincon del camino sin necesidad de cama y ducha, sin el hostal de turno.

Y esto me quitó un problema de encima, buscar hospedaje al final de la etapa. Podía viajar tranquilo y dormir también…., donde tocara.

A media mañana me desperté, volví a la comarcal y continué la etapa de ese día (21 de julio) hasta……

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Camino de Santiago: Cuarta etapa. Entro en la España «solitaria». Alcalá del Jucar

(Etapa anterior)

Siguiendo la recomendación de un amable lector expongo en primer lugar cual es el itinerario previsto según Cycle Travel:

Ruta que me ofrecía la web Cycle Travel

Es decir, para esta cuarta etapa planifico como punto final Casas-Ibañez a nada menos que 80 kms de Almansa muy por encima de lo hasta ahora recorrido en etapa alguna o en la fase de preparación. Vamos que tenía ganas de probar mis piernas.

Casas-Ibañez es hito del Camino de la Lana (Camino de Santiago) que andando se convierten en dos etapas intermedias, Alpera a 23 kms de Almansa y Alatoz a 24 kms de Alpera.

Cuando pregunté en una gasolinera de Almansa cual era la salida hacia Alpera, primer pueblo de importancia camino de Casas-Ibañez, el empleado me recomendó con buen criterio ir en dirección a Ayora y desviarme a la altura de Casas de Madrona (pedanía de Ayora) a los 14 kms en dirección Alpera evitando los 15 kms de autovía A-31, dado que la misma además de autovía no disponía, a vista de street view, de camino auxiliar alguno útil para bicicletas. Lo cual creo que pone en entredicho la información aportada por la web para hacer la ruta en bici. La alternativa es sin duda la N-330 que al menos dispone de arcén.

Dar este pequeño rodeo por Casas de Madrona suponía poner la etapa en 86 kms, solo 6 kms más de los previsto. Pero bueno ¡¡adelante!!, dirección a Ayora aunque finalmente algo truncó los planes…, el COVID-19.

El tramo desde el desvío en Casas de Madrona hasta Alpera es muy solitario, tranquilo, bello y por lo que pude percibir dedicado a los escasos ciclistas con los que me cruce, con un detalle que viene a demostrar el despilfarro que se traen entre manos las entidades públicas y el daño que infringen al ecositema natural.

Hasta el kilometro 20 la carretera se llama CV-437, pertenece a la comunidad valenciana. Tiene dos vías con su arcenes de casi 1 metro solo para mí en la casi hora y media de travesía salvo una peña de 6 ciclistas con los que me crucé al inicio de la misma.

https://goo.gl/maps/zTdkvPZheQCmNGyP8

A partir del kilometro 20 y hasta Alpera la carretera pasa a ser de 1 vía y sin arcen que valga. Se llama AB-217 y pertenece a Albacete. También solo para mí en la hora de travesía hasta Alpera.

https://goo.gl/maps/dzqvWK7rmivCMLNf7

Lo que se dice ¡¡prácticamente nadie en el camino!! y la pregunta que me hago, «¿había necesidad ampliar el tramo valenciano si por la parte castellanomanchega el camino iba a continuar como antaño?. ¿Tan dificil es ponerse de acuerdo entre administraciones locales?».

Como ya he dicho en otro post: «Van a su huevo» (con este postureo político catetamente local).

En Alpera parada y agua, y reanudo el camino hacia Alatoz pero al llegar a la gasolinera de entrada a 2 kms de Alatoz…

Situada en este punto de la etapa

… el empleado de la misma me comunica que:

«En Alatoz estamos confinados y no te van a dejar pasar…»

Eso si me lo dice con cierta sorna al ver aparecer posiblemente el único ser humano del día a eso de las 03:00 pm, con una temperatura de 38ºC en el exterior y sin intención de echar gasolina. Iba buscando ¡¡aguaaaa!!.

Mi planes hacia Casas-Ibañez quedan en entredicho.

Decido tomar la única posible para avanzar, la CV-3201 camino de Alcalá del Jucar. Me desviaba del Camino…, pero no me arrepiento.

Esta carretera, a esas horas, era una larga recta rodeada de una gigantesta llanura de cereal recien segado con algunas grandes encinas aquí y allá.

El viaje, un suave descenso hacia el Jucar, todo una gozada, tanto es así que decidí quedarme en Alcalá del Jucar aunque solo había recorrido 67 kms. Deseaba disfrutar del lugar y a ser posible comer, mi estómago rugía de hambre.

Larga recta camino de Alcalá de Jucar: Ni un solo vehículo
Llanura cerealística camino de Alcalá del Jucar

Tengo que reconocer mi escasa habilidad para hacer fotos BONITAS con las que poner en valor el pueblo de Alcala del Jucar, pero bueno son las que hice al llegar sorprendido por el brusco cambio de paisaje….

Bajando a toda pastilla hacia el río Jucar. Mañana toca subir.

Un poco antes era una gran llanura ahora una villa albaceteña asentada en el cañón que ha esculpido durante miles de años el rio Jucar.

Tocaba buscar donde descansar. Encontré un hotel que resultó pichi-pacha, hice la colada, cené a la orilla del rio en un chiringuto de gente muy amable y a dormir.

El camino seguido ya no era el Camino de la Lana. Tocaba retomarlo en la siguiente etapa que no supe valorar donde acabaría.

Tenía 5 días (Viernes, 24 de Julio) para llegar a Madrid y encontrarme con mi hijos ese fín de semana.

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Camino de Santiago: Tercera etapa. Almansa

(Etapa anterior)

Descarto la ruta indicada por Cycle Travel. Había leido eso de «unpaved trail» y decido buscar camino asfaltado. Luego pude comprobar que apenas era algunos kms sin asfaltar y me arrepentí no haber optado por esta ruta.

Definitivamente lo de los pinchazos me tiene obsesionado. Me arrepiento del modelo de bici que llevo pues te limita, sobre todo mentalmente, el rodar tranquilo sobre suelo cambiante si tus cubiertas no tienen tacos como dios manda. Y las que yo llevaba apenas tenían dibujo con relieve eran más propia de paseo marítimo que de carretera o camino rural.

Así que una vez llegado a Caudete a unos 12 kms de Villena, opté por buscar la que me parecía la más adecuada, la CM-3220. Eso de CM entiendo que es por lo de Castilla La Mancha.

Pero la cosa no es tan fácil. Atentos al lio de vías.

Ya al salir de Villena por la CV-809, cambia la denominación una vez cruzada la muga con Castilla La Mancha, entrando en la provincia de Albacete. La vía o carretera se llama ahora AB-303. Lo de AB entiendo que es porque es cosa hecha (vamos pagada) por la diputación de Albacete aunque no se si existe tal organismo público.

Y una vez que sales de Caudete lo haces por la AB-3004 que a medio camino antes de encontrarse con la CM-3220 pasa a llamarse RM-A14 pues se entiende que hemos cruzado la muga con Murcia.

Finalmente el tramito murciano de 2 kms converge con la RM-426 que viene desde Yecla (recuerda que estamos en Murcia) para llamarse definitivamente CM-3220 hasta Almansa una vez que cruzamos de nuevo la muga a escasos 500 metros desde la convergencia.

Es decir en un pañuelo 3 comunidades, 3 provincias distintas y muchas denominaciones para indicar el camino.

Esta claro que aquí, cada administración, va a poner su huevo sin importarle un carajo que, en definitiva, los administrados solo queremos coger el camino correcto.

Una vez en la CM-3220 se inicia un suave ascenso con la vista puesta en un frente de aerogeneradores que configuran un impresionante parque eólico que cuando lo rebasé supe que había hecho cumbre después de casi 2 horas de pedaleo por esta vía.

El accidente laboral en el parque eólico de Acciona en Almansa fue por una descarga eléctrica que le provocó quemaduras muy graves
Llegué a la cima de este interminable repecho. Para estas subidas constantes se agradece el juego de piñones amplio que lleva la bici. A mi ritmo.

Después una vertiginosa bajada a muy buena velocidad para lo que yo estoy acostumbrado, en un tramo sin apenas coches, hasta toparme con la N-430a a escasos metros de Almansa.

Este día apenas había invertido 5 horas en la etapa y como era la hora de comer me acordé de la recomendación de mi hermano y allí que fuí a buscar el restaurante Mesón el Pincelín. No tenía hambre tenía… lo siguiente.

Pero mi gozo en un pozo. No había mesa. Tenía que esperar lo cual me hizo pensar que quizás mis pintas de ciclista no fuese lo mejor para ser convenientemente atendido.

Mejor así porque el restaurante no era precisamente económico. Mis ansias de comer aflojaban la tarjeta.

Hecho. Un pincho y al Hostal El Estudio donde el recepcionista se volcó para que me encontrara lo más comodo posible.

Y si. El anterior inquilino había dejado un repugnante olor a tabaco negro. Tabaco tipo Ducados o Celtas que dudo que existan ahora pero era a lo que olia la habitación. Así me lo advirtió el recepcionista («puede que…»), incluso me dió la posibilidad de cambiar si me sentía incómodo. Pero no lo hice mis ganas de ducharme y echarme una siesta era mayor. Y la necesidad de lavar la ropa también.

Y también de dirigirme a la España vaciada. No tenía ni reservas ni referencias hasta Cuenca 220 kms por delante.

El Camino de la Lana como parte del Camino de Santiago estaba desmantelado a partir de Almansa.

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Camino de Santiago: Segunda etapa. Por fín conozco a Maria Angeles. Villena

(Etapa anterior)

A María Angeles le había cambiado tanto los planes que era obligatorio parar y dormir en Villena, en el Hotel Salvadora, a pesar de ser apenas una etapa de 55 kms muy lejos de mis cálculos si quería estar en Madrid en fecha para hacer esa etapa familiar en fin de semana. Por suerte ninguno de mis hijos había perdido el trabajo con esto del covid. Eso si, Alejandro debería estar Domingo (26 de Julio) por la tarde, si o si, en Las Rozas y por ello había que salir el Sábado (25 de Julio) temprano y yo haber llegado el Viernes (24 de Julio) a mi hotel en Majadahonda.

En esta etapa tuve la sensación de andar siempre por camino equivocado a pesar de la documentadas indicaciones de Cycle Travel, web para ciclistas viajeros recomendada por los expertos de Decathlon.

Anoté, momento antes de partir desde Monforte, la nomenclatura de todas las carreteras «locales», básicamente Cs y CVs, que debería transitar camino de Villena y que tal como indica la wikipedia están muy poco transitadas.

Ya he comentado mi nula intención de usar los tracking vía GPS. Entre otras cosas porque están orientados para atletas del Camino, es decir te llevan por el lado duro del territorio que para andar puede estar bien pero para bici (?)….. La web de Cycle Travel, te da la opción de transitar buena parte del Camino por ruta mucho más cómoda que es para lo que yo estoy preparado.

Con todas las referencias de caminos y carreteras anotados (CV-833, C-71…, y otras sin nomenclatura conocida) ya solo era cuestión de preguntar a cualquier paisano o empleado de gasolinera, de las que abundan en la periurbe de los pueblos que tenía que transitar, para conocer por donde se accede al tramo en cuestión.

Pero que si quieres arroz catalina. El personal ya solo conoce la autovía (A-31), lo demás es algo que usan cuando van al cementerio y poco más. No para ir a Elda, Sax o Villena.

Por lo pronto pasé equivocadamente por Novelda, al poco de salir de Monforte, perdiendome esta posibilidad mucho más acorde con lo que iba buscando….

https://goo.gl/maps/jUEPpF73Cg9xHi8F6

…. que no hubo manera de encontrar. O das con el paisano que a diario marcha al huerto de naranjo o nadie te da la referencia exacta sin que haya peligro de que acabes en Alicante otra vez. Y menos el GPS del móvil.

Sin embargo a la salida de Novelda camino de Elda decido, según indicaciones de un vecino andarín, tomar el camino que se coge justo al pié del castillo de la Mola y donde se ubica el santuario de Santa María de Magdalena (de estilo gaudi según se observa).

Este es el santuario

«Ese camino te deja en Elda», me dijo

El camino recomendado no tenía mala pinta…..

Abundantes piedras tipo guijarro de río

Tenía su encanto incluyendo un río, con sus pozas, donde pude bañarme y refrescarme dado que a esas horas el calor apretaba. Por desgracia, cuando tuve ocasión de hacerlo en otros momentos del viaje, el color del agua a agricultura intensiva me recomendo no hacerlo. No lo hice, aquí si…..

No era un camino transitable para la bici («¡¡por dios no más pinchazos en las próximas semanas!!. No tentemos al diablo», pensé para mis adentros) ni tampoco para mi culo y por ello opté por echar pié a tierra y recorrerlo con la bici en la mano.

Estaba dispuesto a invertir el tiempo que fuese necesario. Villena estaba relativamente cerca y después de las horas del día anterior mis piernas podrían resistir unas cuentas vueltas y demoras sin problemas.

En un momento determinado, en mi aproximación a Elda, pasé del camino pedregoso a un infierno de carretera periurbana lleno de camiones hostiles a todo lo que circula por el arcén…, como si no existieran los ciclistas a pesar de las normas de tráfico. No encontré otra posibilidad.

Camiones y cuesta, lo que más me apetece

El objetivo era cruzar todo Elda, y de paso Petrer pues una vez en el casco urbano era un ir y venir («Vaya hasta el final de esta calle y luego pregunte»), con el objetivo de ir a Sax por la CV-833.

Después de mucho preguntar alguien me indica que debo llegar al hospital, dejarlo a la izquierda y subir un pequeño repecho para coger la CV-833 dirección a Sax.

Por fin iba a transitar una autonómica de esas que conectan la España vacía, según la wiki.

https://www.google.com/maps/@38.4934361,-0.8045678,708m/data=!3m1!1e3

Pero de eso nada. En la Alicante (industrial) está todo muy urbanizado a lo bestia. Apenas queda territorio abierto en los lindes de las autonómicas por las que me estaba moviendo. Algunos huertos y mucha vivienda unifamiliar. Resultado bastante circulación interurbana y más en Viernes.

Tendría que pasar dos días más adentrándome en el interior penínsular, en Castilla-La Mancha, para conocer los caminos vacios de los que habla la wiki.

Superado Sax, continuo en dirección a la estación de Villena (AV) por la carretera C-71 que me muestra un entorno con bastante encanto pero efímero. Poco después me topo con la autovía de Alicante optando por tomer una las abundantes vías que el AVE ha dejado a su paso por Villena.

Bueno, el viaducto ha evitado, a medias, acabar con este bonito paraje

Por fin en Villena con un día de retraso y apenas 70 kms recorridos de los 1.100 que hay hasta Santiago.

Por ahora un recorrido mayoritariamente degradado. La culpa sin duda mía por no saber ni poder usar las rutas más asilvestradas.

Conocí a Maria Angeles del Hotel Salvadora a quien di cuenta de mis despistes en la carretera motivo por el cual mi retraso. Me respetó el precio pactado a pesar de ser Viernes. Volví a visitar el importante pueblo de Villena hoy desmadrado por tanta edificación.

Finalmente necesitaba urgentemente reforzar mi sistema de aviso a conductores en previsión de que tuviera que sufrir aún más el acoso del vehículo de 4 ruedas. Mi experiencia en estos primeros 70 kms desde Alicante más los 10 hasta el Pilar de la Horadada me decía que no era suficiente el piloto rojo de atrás. Necesitaba 2 más intensos en su intermitencia roja. Leds a ser posible. En vano, las tiendas de bici estaban cerradas.

Mañana una etapa también corta. Es una parada obligatoria pues de allí tengo entrañables recuerdos relativamente recientes. Almansa. También tenía una reserva en un hostal y una recomendación de mi hermano Pablo para comer en un determinado restaurante.

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Camino de Santiago: Primera etapa. Después de muchas vueltas en Orito me quedé

(Etapa anterior)

La noche anterior había dejado la bici perfectamente estibada. Lista para subir en ella y pedalear hasta Santiago. Pero lo primero que tenía que hacer era colocarme en el punto de salida, Alicante, obtener la credencial, que me la sellaran y con ello dar fe del principio de mi Camino.

Me levante a eso de las 06:00 am y después de cargar baterías (desayunar), me despedí de mi casa hasta dentro de 2 meses iniciando el trayecto, aún de noche, con todas las precauciones del mundo pues desconocía los riesgos de ir por los arcenes de las locales en dirección a el Pilar de la Horadada a esas horas, y donde debería abordar el bus a las 08:00 am destino Alicante.

Entrando en Alicante con la bici debajo. En esta compañía de buses (Costa Azul) no te exigen que desarmes o empaquetes tu bici. Eso si…, con tanto bulto y maleta revoloteando puede ocurrir cualquier cosa. Es la contrapartida.

Trayecto de 1 hora (12 kms) entre San Javier y el Pilar de la Horadada resultado de unas piernas aún no hechas al pedaleo y que fué todo bien hasta llegar a las estribaciones de mi destino donde pude sentir frenazos en seco y algún improperio del típico conductor que llega a su trabajo o viene de una juerga bacaladera, no lo se, y que conduce con la idea de que la carretera es suya. Cabe remarcar la nula planificación de carriles bici en esta región mediterránea donde creen eso de que la bici es un atraso o una incómoda modernidad y por lo tanto no se le tiene en cuenta a la hora del trazado interurbano y su mantenimiento. Y si se le tuvo, cuando los fondos FEDER llegaban, ahora está desaparecido por los baches y el matorral invasivo.

«¡¡Por Dios!!», pensé, «¡¡que esta actitud no sea la norma por estas carreteras (locales) de Dios!!».

Todo mi camino había sido diseñado en base a trayectos locales en la España vaciada. Pude comprobar que, en efecto, muchos kilómetros de caminos y carretera de esta España están vacíos y que los escasos vehículos que circulan son extremadamente prudentes posiblemente por la curiosidad que puede producir un ciclista en su bici con alforjas en medio de un páramo a 38º C.

Sin embargo allí donde un pueblo deja de ser eso mismo para convertirse en una entidad agroindustrial a medio camino entre el polígono industrial y una ciudad dormitorio habrá problema para el ciclista no solo por los peligros que encierra circular por su periferia…., también por el desencanto que generan. Y de estos por desgracia hay muchísimos, empezando en la provincia de Alicante.

Repito no estaba preparado para andar por camino-camino, ni la bici ni las piernas, y eso dio lugar a contemplar paisaje muy degradado y agresivo en algún momento del trayecto. Pero bueno esto ya lo suponía.

Mi salida de la ciudad de Alicante fue complicada hasta el punto de tomar el camino equivocado. Cuando Elche estaba a pocos kilómetros me percaté que no sería la mejor solución si deseaba dormir en Villena donde había pactado con Maria Angeles hospedarme esa misma noche en su hotel, el Salvadora, por un precio adecuado a mi condición de peregrino.

Aviso a Maria Angeles de que no me espere esa noche (una de tantas veces a lo largo del día), retorno a Alicante y me dirigo en dirección a Agost como la correcta para llegar a Villena.

A pocos kilometros de este destino intermedio pincho. Era la delantera. Me lanzo raudo a solventar este contratiempo y en apenas 1/2 hora cambio la cámara, monto de nuevo la rueda e inflo hasta donde puedo, siguiendo camino hasta la primera gasolinera donde meter 3 bares de presión.

Hasta que un paisano en Agost me comunica en un momento de descanso de que llevo la rueda delantera muy baja. Y tanto estaba pinchada de nuevo.

Me pongo en manos de un profesional (taller de bicis) para el parcheo pues a esas alturas me sentía incapaz de colocar ningún parche usando el recurso del burbujeo en el agua del aire que se escapa de la goma y además no tenía otra cámara alternativa (nueva) para esa rueda (700 mm o 28″).

El profesional, todo un campeón en eso de la bici de montaña, me parcheo la cámara que apenas había retirado 1 hora antes a escasos kms de Agost y me puso y ajusto la rueda con sus 3 bares.

Previamente me retiró de la cubierta esa púa de naranjo que me hizo pinchar la primera y la segunda vez. Con mis prisas por llegar había olvidado esta rutina la primera vez que pinché, es más, ni me acordaba de que eso es parte de la reparación. Ya no se me olvidará.

Dejé si parchear la cámara recién cambiada pues el profesional no tenía tiempo y yo tenía prisa por llegar a Orito donde, a esas horas (08:00 pm), mi cuerpo pedía descansar. Llevaba 12 horas pedaleando.

Hermoso pueblo Orito pero con una desagradable circunstancia…..

Repasos del Ayer: Ruta de San Pascual. Orito. Alicante
Foto tomada prestada de:
http://www.repasosayer.com/2014/11/ruta-de-san-pascual-orito-alicante.html

…. el albergue, que no se si público o privado, estaba cerrado (COVID 19)…., debería continuar hasta Monforte del Cid. Y hasta allí llegue. Había estado casi 14 horas en bici en mi primer día del Camino, apenas había recorrido 24 kms desde Alicante pero antes de caer dormido en unos de los hostales más cutres que he conocido en este Camino, me dije para mis adentros: «Mañana más pero seguro que mejor, Villena me espera«.

(Apenas 50 kms hasta Villena pero Mª Angeles (Hotel Salvadora) me esperaba después de muchos dimes y diretes. Tenía ganas de conocerla por su paciencia y cordialidad)

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Camino de Santiago desde Alicante: Los preparativos

Bueno esto de prepararse dura desde que acaba la fase 3 del estado de alarma hasta que parto el día 16 de Julio después de muchas llamadas para preguntar eso de “¿abrirán ustedes?” y “¿cuándo?”, con pocas respuestas telefónicas y las pocas eran para decirte que no iba a ser posible reencaminándote hacia la oferta privada de alojamiento.

Aceptado que el camino habría que transitarlo haciendo uso de la oferta hospitalaria privada, se trataba de escoger el camino con mejor oferta y a ser posible el más atractivo incluyendo el tema costes. Y teniendo en cuenta, finalmente, que no soy ni era ningún atleta y con escasa experiencia en el uso de la bici en terreno de orografía heavy y/o con muchas pendientes.

Otro factor que tuve en cuenta era la posibilidad de acabar trayectos en puntos donde un tren de media distancia (MD) o cercanías pudiese ser abordado.

Lo de MD o cercanías se debe al hecho de que viajando en otra categoría de tren te encuentras con la natural aversión de RENFE al transporte de bicicletas. Por supuesto la MD y el “cercanías” supone una oferta muy limitada y apenas comunican a lo que se ha dado en llamar la España vaciada que es por donde tenía intención de pasar.

Finalmente estaba lo de posicionarse en el punto de partida sin tener que desarmar la bici por exigencia del empresa de transporte por carretera, o sea el autocar, y que tanto me había costado configurar con su trasportín, alforjas, saco, tienda, luces, agua, cuenta vueltas, bombín, retrovisor, etc.

Me negaba a tener que desarmar la bicicleta para un trayecto no mayor de 2 horas entre otras cosas porque cabía la posibilidad de no saber poner de nuevo las cosas en su sitio.

Cabe decir que en la labor de configuración me ayudaron los expertos del taller de bicicletas que la empresa Decathlon tiene en San Javier que es además donde la adquirí siguiendo sus indicaciones pues fué a los primeros que conté mi objetivo:

Yo: “Quiero llegar a Santiago de Compostela con la bici que me vendáis”

D: “¿Alguna experiencia?”

Yo: “Ninguna”

Por autocar podría posicionarme en Alicante (Camino de la Lana y Camino de Levante) o Almería (Camino Mozárabe).

Hasta Alicante podía llevar la bici entera si cabía en el compartimento de las maletas cosa bastante probable porque a determinadas horas apenas hay pasajeros y menos que lleven maletas. En dirección a Almería no era posible. Había que desarmar y empaquetar.

Decidido, hacia Alicante y desde allí seguir el Camino de la Lana que pasaba por Cuenca donde hay MD. Importante para mí pues en ese momento ya estaba decidido que la etapa familiar se haría desde Madrid reiniciando el Camino con este nombre y cuyo punto final con la familia de acompañante sería Segovia después de pasar la cumbre de la mítica Fuenfría.

Es decir abandonaría el Camino de la Lana y me trasladaría a Madrid con la bici y para eso necesitaba el MD que saliendo de Valencia debería abordar en Cuenca hasta Aranjuez. Luego habría que hacer transbordo al Cercanías con el que posicionarme exactamente en la estación de Majadahonda.

Por supuesto que ya tenía una bici en San Javier antes de ir a Decathlon a comprarme la que finalmente usé. Era un regalo de mi hermano Jose, una Rockrider de no menos de 15 años,  y con ella me hice un año antes parte importante del Camino del Norte. No estaba especialmente preparado para mover ese armatoste de hierro por Asturias y Galicia pero lo conseguí.

Tengo que resaltar la enorme ternura con que otros biciperegrinos me miraban cuando me adelantaban como una exhalación  en medio de una etapa o cuando acababa esta en el albergue de turno. No me cabe la menor duda que su pensamiento venía a decir eso de: “¿pero dónde va este yayo? Le va a dar algo.”

Después de ese viaje fui consciente de que andaba algo obsoleto en eso de las bicis de ruta. Tenía que modernizarme y buscando lo más asequible a mi bolsillo me puse en manos de los expertos siendo finalmente Decathlon quien me convenció y no solo por el coste de la máquina.

Un argumento determinante fue precisamente el propio camino físico, es decir el lugar por donde se supone debería rodar con la bici hasta llegar a Santiago

Escuchar nombres como el de  Barranco del Infierno (Barranc de l’Infern), en la propia provincia de Alicante, nada más salir, me producía cierto agotamiento físico. Según parece barrancos como este, localizado en Pego (Alicante), es normal a lo largo del Camino de la Lana ortodoxo normalmente diseñado con criterio de 0 asfalto y por lo tanto para auténticos atletas de la bici de montaña.

El sentido común lo pusieron los expertos biciruteros de Decathlon, con muchos kilómetros en sus piernas, cuando me dijeron: “España tiene muchos pueblos vacíos y en consonancia caminos, buenos caminos, incluso asfaltados, donde apenas te cruzas con algún vehículo motorizado… Úsalos”.

Podía hacerme el Camino usando estas vías, que no dejan de ser muchas de ellas carreteras comarcales o locales que unen pueblos, donde apenas hay tráfico.

Eso sí, pude comprobar que para ubicarme en la ruta deseada haciendo uso de ese camino vecinal o carretera local resultaba complejo si recurría a la información que pudiese proporcionarme el paisano de turno, habitante de la localidad de partida pues, salvo rutero deportivo o jubilado andarín, tendía a dirigirte a la autovía de turno sin percatarse que con la sola presencia de la bici a mi lado se entendía que lo que buscaba era la ruta alternativa normalmente la primitiva. Conclusión…, mucha gente no entiende lo de desplazarse entre pueblos si no es con el coche por medio y por supuesto a toda pastilla.

Esto, que como pude comprobar era la norma  a lo largo del casi todo el Camino, en concreto Alicante y las 2 Castillas, cambia en Galicia donde el tránsito de vehículos pesados, no sé si por falta de autovías, es intensísimo en carreteras donde apenas caben dos coches. Circular en bici es todo un peligro para el ciclista si no fuera porque existe la alternativa de la Red Eurovelo que cogí nada más empalmar con Melide (Galicia) procedente de Lugo.

Decidido. Haría uso de los caminos con pavimento duro y/o carretera asfaltada y para ello nada mejor que una bici de las llamadas híbridas a la que reforcé la cámara con gel por consejo de los expertos y que como pude comprobar no me sirvió de mucho cuando tuve que pisar un camino de esos que normalmente usan los agricultores para sacar la naranja. Una astilla afilada y minúscula atravesó la cubierta y la goma. Pinché. Y eso fue precisamente nada más salir de Alicante. Pero es otro tema que relataré en el siguiente capítulo.

Mientras tanto quiero presentaros la bici que usé:

Y sus características:

BICICLETA TREKKING RIVERSIDE 500 ALUMINIO 28 PULGADAS 9V GRIS ROJO

Pero lo mejor su precio.

Y  que después de armarla con los complementos de rigor, los imprescindibles, pues más allá no sabría cómo usar (como por ejemplo todo lo relacionado con el tema tracking), quedó de la siguiente guisa.

Pienso que a todos los efectos, y admitiendo que te pueden engañar o simplemente  equivocarse, es mejor preguntar por dónde anda el Camino.

Más vale que te engañe o se equivoque un paisano que una máquina.

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