Paraísos cercanos.

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Tiempo sin escribir nada, la verdad…

¿Por qué? Porque aparentemente no tenía nada interesante que contar acerca de paraísos lejanos. Pero, «tras este largo periodo de reflexión», me he dado cuenta que no hace falta largas horas de trayecto para encontrar rincones y momentos únicos. Todo depende de la actitud ante la aventura y la buena compañía.

Seguiré relatando historias de altas cumbres y playas solitarias, de inmersiones inmejorables, de personajes insólitos residentes en exóticos territorios, de fauna singular… Esto seguro llegará en un futuro próximo, pero hoy toca escribir sobre dos PARAÍSOS MUY CERCANOS.

Rafa Maliciosa

El primero  de estos paraísos está a una distancia asequible de la capital de España, y no sé si este aspecto es positivo, pero la Sierra de Guadarrama, Somosierra, y la más distante, Gredos, esconden parajes únicos que muchos madrileños conocen. Pero una cosa es visitar nuestro Sistema Central los fines de semana, cuando cientos de miles de urbanitas buscan la aventura en los mismos lugares, y otra es poder cogerte unos días libres entre semana y recorrer en solitario estos rincones. Entonces nuestras montañas cercanas nada tienen que envidiar a otros sitios perdidos.  Fuente fresca

Estos últimos meses he podido disfrutar de unas magníficos jornadas en compañía de mi hijo, distintos miembros familiares y en solitario, de la naturaleza que todavía rodea a la capital; rutas como la del Valle de la Barranca, la Cuerda Larga, el Pico Almanzor, Siete Picos, el Puerto de la Fuenfría…Clásicos de nuestra Comunidad y provincias limítrofes.

La sensación de abrigarse bien, el cortante frío del amanecer que quema la cara y los pulmones, los duros repechos que te dejan jadeante, el cansancio en las piernas, las increíbles vistas y los posteriores homenajes culinarios no tiene precio. Es una sensación indescriptible que tuve la fortuna de experimentar desde bien pequeño, en compañía de mis padres, y que ahora disfruto de igual manera. No ha mermado mi pasión.

Nico y cabra

Otra de las buenas rutas de los últimos meses fue el subirnos un velero desde el puerto de San Pedro del Pinatar hasta Denia. Es una travesía corta que, con buen viento, la puedes realizar en unas 30 horas de navegación

El caso es que unos días antes de la Semana Santa mi padre, mi tío Tico, el primo Victor, otro tío segundo llamado Tito, y yo, soltamos amarras después de llenar la despensa del barco. Bien abrigados, con varias capas y un necesario chubasquero, largamos velas para aprovechar las rachas de viento que venían de tierra y pusimos rumbo NE.

Milla a milla, hora a hora, fuimos recorriendo el litoral alicantino dejando importantes núcleos urbanos como Torrevieja, Santa Pola o Alicante. A la altura de Benidorm cayó la noche definitivamente. Por babor, los últimos rayos de luz del día desaparecían entre los inmensos rascacielos de esta abominación urbanística, mientras las primeras luces se encendían para no dar tregua a la noche. Ciudades que nunca duermen.

Navegacion nocturna

La navegación nocturna puede ser algo tedioso. La preocupación básica pasa por controlar las luces de navegación de los otros barcos, para evitar posibles sustos, y el no caerse por la borda. Así que descorchamos unos vinos para calentar el espíritu y nos dimos a una entretenida charla cargada de política y fútbol. La bañera del barco se convirtió en una olla a presión. Mejor no tocar estos temas en un espacio tan reducido.

A las 2 de la madrugada fondeamos bajo el Peñón de Ifach, frente al puerto de Calpe. Una cabezadita vendría bien a la familia antes de continuar la ruta hasta Dénia. Pero, curiosamente, aquí tuvimos la única incidencia del viaje; mi padre adormilado, tras descansar unas horas, salió a orinar por la popa del barco. Yo le acompañaba «por si acaso». Pero no se cayó a las frías aguas, no. Tuvo la mala suerte de resbalar por las escaleras de bajada a los camarotes, rompiéndose los ligamentos de la rodilla. En caliente esta dolorosa lesión casi no la sentía, pero transcurridas unas horas el dolor empezó a subirle por la pierna y comenzó a hincharse.

Cabo de la Nao

A las 07.30 de la mañana doblamos el Cabo de la Nao y afrontábamos la última parte de nuestro viaje. Una milla más adelante el velero cruzaba la bahía de Jávea, punto que tantos buenos recuerdos evoca en mi cabeza; la pesca al curricán con mi padre o con mi tío, unas primeras apasionantes inmersiones en compañía de familia y amigos, todo tipo de excursiones, toda clase de amores…Este bonita localidad alicantina es, desde luego, territorio conocido.

Dénia finalmente apareció por la proa del barco y pocos minutos atracábamos en uno de los muelles del puerto deportivo.  El dolorido accidentado había aguantado el trayecto con hielo y anti inflamatorios, pero tocaba una visita al hospital.

Pronto volveremos a zarpar.

amanecer

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