Relatos de Cuba – Una magnífica estampa familiar.

Lo más interesante de la mañana siguiente fue reunir en la misma mesa a mis dos familias; la parte paterna y los «parientes» que tengo en Cuba. La jornada transcurrió rodeados de exquisitos platos de la cocina tradicional cubana, regados con una buena cerveza rubia de la isla. Como sobremesa, y nuevamente sentados todos en la fresca terraza de Norma y Dionisio, una buena charleta y ron a palo seco. Costumbre cubana deliciosa que te limpia profundamente el gaznate.

Las conversaciones volvieron a girar entorno a historias de aquí y allá. Estas últimas eran escuchadas con sumo interés por mis primos carnales que como todos sabéis era la primera vez que visitaban un país tan especial como Cuba.

Una vez el ron hizo su esperado efecto en nuestras cabezas desacostumbradas, llegó el momento de la despedida de la familia cubana. Teníamos que recuperar la maleta y, fundamentalmente, teníamos que encontrar un medio de transporte para empezar nuestro viaje.

En las calles de La Habana todo se consigue y todo se negocia fácil, sobre todo si eres extranjero. Y es que nada más abandonar la casa,  un viejo Chevrolet verde se paró junto a nosotros y un rostro sonriente nos hizo la pregunta clave:

-«Asere, ¿pa donde van?-

Ya estaba hecho. Negociamos ruta, precio y chofer. Ariel se comprometió a llevarnos en su viejo carro hasta Playa Girón.  Y donde más hiciera falta…

La cita sería a la mañana siguiente bien temprano, ya que «el aire acondicionado» de estos coches sólo funciona a primera hora de la mañanita. Pero antes de la despedida nos pegamos un gran paseo por la zona de las embajadas de La Habana y por el mítico Malecón. Mientras sorteábamos el ruidoso trafico, el sol se iba poniendo y La Habana se despertaba.

Ariel, al salir todos de su viejo Chevrolet verde, nos volvió a preguntar.

-«Asere, ¿será que le puedo hacer una foto al actol? –

 

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